A veces no se si es amor o simple costumbre. No se qué nombre ponerle a esto, qué explicación darle a todo lo que siento. Es tan sencillo, tan natural, es parte de mi respirar. Eres tan parte de mi como yo puedo serlo de ti y soy perfectamente consciente de lo mucho que soy para ti.
Soy yo, la única, la primera, la irreemplazable. No te equivoques, no es orgullo. No es ego ni ambición. Es la repetición de aquello que tantas veces me has susurrado al oído. No me malinterpretes, no es un juego. No es locura ni indiferencia, nunca ha sido indiferencia. No pienses tanto, déjalo ser. Déjame sentir porque el miedo me paraliza demasiado a menudo. Déjame pensar, déjame soñar. A veces no sé qué quiero y no lo quiero averiguar.
Permiteme ser esa chiquilla adorable que te conquistó por primera vez, que robe tus sonrisas como solía hacerlo, jugar contigo como si no hubieran más personas en el mundo. Quiero volver a ser esa, de la que te enamoraste ese día hace ya tanto tiempo. Pero no soy ella, te lo he dicho hasta el cansancio, ya no. No puedo recuperar los juegos, los mimos, la naturalidad con la que estaba a tu lado; mentira, eso es lo único que conservo intacto. La calma, la sencillez, la facilidad con que nuestros cuerpos y nuestras almas se sintonizan. El romanticismo de aquellos viejos momentos que tanta dicha causaron.
No, amor, no soy esa que fui hace tanto. He aprendido, he cambiado, he buscado soluciones a los demonios que llevo guardados. No amor, no soy esa que crees y me preocupa que no lo sepas. No, amor. No eres quien eras, cambias, creces, desconfías de la gente. No amor, no somos los mismos, aquellos que muchas noches juraron amor, aquellos que al teléfono jugaron a un futuro, aquellos que pospusieron el sueño por la perspectiva de una noche de palabras.
No, amor. No somos ni tu ni yo. No se si es costumbre o si pueda ser amor, si es simple necesidad o pura atracción. No sé de qué se trate pero eres tu quien logra desequilibrarme.
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