Jodido, lo que se dice jodido. Bueno, tal vez no. Tal vez simplemente no he tocado fondo aun.
Imaginalo, tengo que terminar mis trabajos, es necesario que sea responsable, sin embargo no soy capaz de despertar a tiempo porque despertarme implica que automáticamente mi primer pensamiento serás tu, cosa dolorosa, y el segundo será que no te tengo, cosa aun peor.
Duermo, mucho, cada vez que puedo. Trato de despertarme tan tarde que apenas tenga tiempo de abrir los ojos cuando ya deba ponerme a cumplir con la rutina. Trato, igualmente, de irme a la cama solo cuando estoy tan exhausta que no logro coordinar mis palabras. Simplemente espero a que el cansancio sea más grande que mis ganas de ti.
Sigo soñando contigo, muy a menudo, muy frecuente. ¿Que cómo lo sé? Porque despierto cansada, triste, deshecha. Porque despierto y me siento como aquella vez, como aquel día, como el día en que decidiste que ya no sentías.
Jodido, lo que se dice jodido, de pronto si.
De pronto estoy cada vez más cerca de tocar fondo.
Aún así, aun con todo. No podría volver contigo, no podría volver a tu lado, duele ya demasiado. Pero estar sin ti también duele. Mucho.
Jodido, lo que se dice jodido. Creo que si.
Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
27 abr 2013
26 abr 2013
Que tonto
Uno pensaría que después de todo este tiempo, para mi seria sencillo pensar y no sentir que me rompo en pequeños fragmentos. Pero no es sencillo. Yo aun pienso, aún recuerdo, aun extraño ese estar uno junto al otro y ver caer los rayos a lo lejos, o el simplemente estar ahí. Extraño el tener tu cabello en mis manos o la pregunta de si alguna vez el chocolate seria suficiente. Extraño que me digan que soy especial pero también deseo que alguna vez me hubiese llamado hermosa. Extraño el suave matiz dorado que me embelesaba pero quisiera que se hubiera derretido por mi como yo lo hacia por él. Extraño hablar de nubes y cosas suaves para que me callaran con un beso.
Pero de todo, lo que más extraño, es saber que no le extraño, es el no saber de su existencia. Extraño no pensarle, no necesitarle, no quererle. Extraño ser yo misma sin esta absurda susceptibilidad, sin este absurdo deseo, sin eeste tonto sentimiento.
Extraño ser yo misma. Y le extraño a él.
Pero de todo, lo que más extraño, es saber que no le extraño, es el no saber de su existencia. Extraño no pensarle, no necesitarle, no quererle. Extraño ser yo misma sin esta absurda susceptibilidad, sin este absurdo deseo, sin eeste tonto sentimiento.
Extraño ser yo misma. Y le extraño a él.
Agenda II.
No puedo. Esta vez no puedo numerar los días. Creo que me enloqueceria.
Digamos mejor que empezó todo el día A.
Día A: Me caí a un pozo dorado. No hay más definición. Me presentaron un verbo conjugado que capturó mi mirada y mi atención.
Día B: Una petición se me quedo atorada en la boca. Todo lo que pudiera querer decir fue opacado por una conversación tan larga como la noche.
Día C: Me di cuenta de un hecho importante, me gustaba.
Día D: Hizo algo hermoso, algo que para mi fue sumamente significativo.
Día E: Apareció cuando no lo esperaba, aunque deseaba con todas mis fuerzas, y trajo chocolate consigo. Día de la primera mordida.
Día F: De aquí puedo sacar más de un día, más de una ocasión. Mordidas y chocolate, cosa que pensarías que era obvio, pero no.
Día G: Cumplí años. Apareció. Eso fue suficiente.
Día H: Una pelicula que resultó mejor y peor de lo que esperaba. Creo que nunca he puesto tan poca atención.
Día I: Me exasperé.
Al final nunca terminé la cuenta.. Los días se persiguieron unos a otros y tuve lo que deseaba por unos segundos, unos cuantos días, hasta que descubrí que no era suficiente. Que yo no era suficiente,claro, porque para mí nada podía ser mejor. Ahí fue donde llegué al dia Z, aunque si soy fiel a la numeración/abecidificación, debería ser el día ZZZ, igual que en Excel.
Total, fue simplemente un sueño. Hermoso sueño que fue tan efímero como doloroso. Y aún, aunque no lo creas, cuento los días.
Digamos mejor que empezó todo el día A.
Día A: Me caí a un pozo dorado. No hay más definición. Me presentaron un verbo conjugado que capturó mi mirada y mi atención.
Día B: Una petición se me quedo atorada en la boca. Todo lo que pudiera querer decir fue opacado por una conversación tan larga como la noche.
Día C: Me di cuenta de un hecho importante, me gustaba.
Día D: Hizo algo hermoso, algo que para mi fue sumamente significativo.
Día E: Apareció cuando no lo esperaba, aunque deseaba con todas mis fuerzas, y trajo chocolate consigo. Día de la primera mordida.
Día F: De aquí puedo sacar más de un día, más de una ocasión. Mordidas y chocolate, cosa que pensarías que era obvio, pero no.
Día G: Cumplí años. Apareció. Eso fue suficiente.
Día H: Una pelicula que resultó mejor y peor de lo que esperaba. Creo que nunca he puesto tan poca atención.
Día I: Me exasperé.
Al final nunca terminé la cuenta.. Los días se persiguieron unos a otros y tuve lo que deseaba por unos segundos, unos cuantos días, hasta que descubrí que no era suficiente. Que yo no era suficiente,claro, porque para mí nada podía ser mejor. Ahí fue donde llegué al dia Z, aunque si soy fiel a la numeración/abecidificación, debería ser el día ZZZ, igual que en Excel.
Total, fue simplemente un sueño. Hermoso sueño que fue tan efímero como doloroso. Y aún, aunque no lo creas, cuento los días.
Dulce cafeína, mis sentimientos por ti siempre han sido los mismos. Incluso cuando no nos permiten acercarnos demasiado, sigues causando una infame atracción en mi que suele acabar con la rendición completa e incondicional. Me destrozas, me impulsas, despiertas mis sentidos y mis demonios. Haces casi lo mismo que él, pero tu sí sabes lo que haces.
25 abr 2013
See, I can't even think if I'm looking for you in the crowd.
Here I am.
I'm standing in the darkness, as I usually have been.
I'm thinking of you, even though you don't even remember my name.
It's hilarious. It's awesome. It's depressing.
Seeing you there, smiling, laughing, dreaming as if you had the whole world in front of you.
That's the kind of moments I wanted to share with you, that's the kind of expression I always wanted to see in your face.
That's where you are. Just across the hall. Just in front of me.
I turn my face and there you are, as gorgeous as always. As distant as always. As impossible as the first day.
So I lie. I look in some other direction and I pretend I haven't seen you.
I can't stand it, I can't. I'm not that strong and you must know it.
We were pretty much alike. You were pretty much what I wanted, what I was looking for and you left.
So, now I'm alone. Alone, not lonely, but it feels like the same for me.
I'm surrounded of bunchs of people and I feel like drifting in a huge ocean of unrecognized faces.
You were light in the middle of my darkness and now everything is dark again.
It's ok, you're happy, I guess. That's all I've alwys wanted to hear, to know.
However, I guess I still need a little time to get over these feelings that grew up inside of me when you first kiss me.
It was only a kiss for you but for me it was the sentence of a life wishing you and wanting you and needing you.
I'm paying for that debt.
I'm standing in the darkness, as I usually have been.
I'm thinking of you, even though you don't even remember my name.
It's hilarious. It's awesome. It's depressing.
Seeing you there, smiling, laughing, dreaming as if you had the whole world in front of you.
That's the kind of moments I wanted to share with you, that's the kind of expression I always wanted to see in your face.
That's where you are. Just across the hall. Just in front of me.
I turn my face and there you are, as gorgeous as always. As distant as always. As impossible as the first day.
So I lie. I look in some other direction and I pretend I haven't seen you.
I can't stand it, I can't. I'm not that strong and you must know it.
We were pretty much alike. You were pretty much what I wanted, what I was looking for and you left.
So, now I'm alone. Alone, not lonely, but it feels like the same for me.
I'm surrounded of bunchs of people and I feel like drifting in a huge ocean of unrecognized faces.
You were light in the middle of my darkness and now everything is dark again.
It's ok, you're happy, I guess. That's all I've alwys wanted to hear, to know.
However, I guess I still need a little time to get over these feelings that grew up inside of me when you first kiss me.
It was only a kiss for you but for me it was the sentence of a life wishing you and wanting you and needing you.
I'm paying for that debt.
Belle.
21 abr 2013
19 abr 2013
Puntos, comas y espacios.
Y en la cima de todo aquel desorden, de aquella hecatombe, había una nota: No puedo dormir, decía, estoy harta de no poder dormir. Era todo lo que se podía leer. Todo lo demás eran tachones, manchas, garabatos ilegibles y posiblemente sin significado. Eso era todo lo que había dicho, que no podía dormir, que extrañaba poder dormir, eso era obvio. Pero también era obvio que había más, más que simplemente esas dos frases, más que sólo un deseo de dormir. Un dragón dormido, quizá, escondido en los tachones, en las manchas de tinta, en las comas que ella nunca tachaba porque le quedaban tan bonitas que le dolía tacharlas. Odiaba los puntos aparte, los odiaba con demasiado ahínco, le parecían seres despreciables que sólo querían separar sus palabras.
Pero no todo podían ser sólo comas, era antinatural. Incluso si ella no quería creerlo, la vida también llevaba puntos aparte, separaciones. Como esa, como ella y su necesidad de dormir, como él y sus pocos deseos de dormir, como todo y el circulo vicioso del mundo.
Ella, sin saberlo, acababa de pintar su primer punto aparte.
Pero no todo podían ser sólo comas, era antinatural. Incluso si ella no quería creerlo, la vida también llevaba puntos aparte, separaciones. Como esa, como ella y su necesidad de dormir, como él y sus pocos deseos de dormir, como todo y el circulo vicioso del mundo.
Ella, sin saberlo, acababa de pintar su primer punto aparte.
18 abr 2013
"Deja de hacerlo"
¿Eso qué significa?
¿Es acaso que te molesta que lo haga? ¿Que te parece desagradable? ¿Que crees que es un mal hábito?
O
Quizá
Puede
Ser
Que
Te
De
Ideas
El
Tipo
De
Ideas
Que
No
Deseas
Tener
Conmigo.
Te aclaro la parte más importante de todo, por muy yo que pueda ser en esta vida, no lamentarías nunca el hacerle caso a tus creaciones y a mis ideas. ¿O son mis creaciones?
¿Eso qué significa?
¿Es acaso que te molesta que lo haga? ¿Que te parece desagradable? ¿Que crees que es un mal hábito?
O
Quizá
Puede
Ser
Que
Te
De
Ideas
El
Tipo
De
Ideas
Que
No
Deseas
Tener
Conmigo.
Te aclaro la parte más importante de todo, por muy yo que pueda ser en esta vida, no lamentarías nunca el hacerle caso a tus creaciones y a mis ideas. ¿O son mis creaciones?
14 abr 2013
No, a mi no me gusta ser sólo yo. No me gusta no tener alguien que me diga que soy genial, que no soy rara, que no estoy mal. Porque resulta que yo también quiero eso que todos tienen. Yo quiero eso, a ese alguien que vea en mi a la mujer más linda que haya visto, aunque sea mentira, alguien que me diga hermosa o preciosa en lugar de sólo bonita. Yo quiero alguien a quien poder querer sin que eso me rompa el corazón. Yo quiero poder querer a esos maravillosos chicos que dicen quererme pero no lo logro, no consigo hacerlo y me mantengo sentada en esta estúpida tristeza porque aun pienso en sus ojos y en sus besos.
Y eso me mata cada noche.
Y eso me mata cada noche.
10 abr 2013
Supongo que es mí problema, es mí falta de oxígeno, es mí necesidad de aire, son mis neuronas las que se embotan y enlagunan al observarte.
But even though I know you're completely dangerous for me, even when I've felt your claws stucked into my chest, I'm still here. I still look around, trying to find your face in the crowd. That crowd that surrounds me, that suffocates me, that crowd that's waiting for the chance to destroy me. They don't know. They've never known. They're trying to defeat me and they ignore you already did it. And I'm voiceless. I can't find my way through the chaos in which I'm living. It's hilarious, it is, the way I can't help staring at you, looking at you, looking for you, all the time. I guess the only thing that's left it's me looking after you. You know, the only reason I don't do that is because it's extremely painful. It's hearbreaking and I don't know if I can stand it for longer that a second. As I can't stand staring at you when I know you won't look back at me with the same feeling that used to be reflected in your eyes.
But even though I know you're completely dangerous for me, even when I've felt your claws stucked into my chest, I'm still here. I still look around, trying to find your face in the crowd. That crowd that surrounds me, that suffocates me, that crowd that's waiting for the chance to destroy me. They don't know. They've never known. They're trying to defeat me and they ignore you already did it. And I'm voiceless. I can't find my way through the chaos in which I'm living. It's hilarious, it is, the way I can't help staring at you, looking at you, looking for you, all the time. I guess the only thing that's left it's me looking after you. You know, the only reason I don't do that is because it's extremely painful. It's hearbreaking and I don't know if I can stand it for longer that a second. As I can't stand staring at you when I know you won't look back at me with the same feeling that used to be reflected in your eyes.
8 abr 2013
ELLOS. Ella.
Ella observaba, con esa mirada que poseen aquellos que se han acostumbrado a observar ciertas cosas, como se desarrollaban los juegos. Los Juegos del Trono. Eran siempre lo mismo de lo mismo, era siempre un poco de todo ello. Era siempre el modo en que los grandes decidían quién sería el astro del siglo mientras lidiaban con el tedio de la inmortalidad. El enorme coliseo se encontraba bastante lleno, unos y otros casi todos los que realmente tenían un nombre entre ellos estaban ahí. Incluso los más jóvenes, que no podían ser contados como tales puesto que eran ya lo suficientemente mayores, estaban ahí. La multitud se agrupaba en sus bancas, en los pasillos, en todos los rincones que podían encontrar, sin importar incluso si estaban de pie, porque el espectáculo era algo digno de ser visto.
Ella bufó involuntariamente, lo que le ganó una mirada reprobadora de su padre. Se sentía incómoda en medio de esa multitud. Estaba harta de ver el mismo espectáculo sangriento que se repetía cada siglo, con todos los que quisieran ser parte, y que envolvía la más grande batalla que los suyos hubieran librado hasta ahora. Era todo una batalla por fama, por poder, cuando eres un inmortal las guerras pierden su sentido, los Juegos, sin embargo, conservaban toda su gloria desde los tiempos inmemoriales. Desde su más tierna infancia Ella se había visto en ese mismo palco, en esa zona, observando los Juegos acontecer unos tras otros y a los suyos sangrar y romperse en pedazos a manos de su mismo pueblo. El dolor era lo de menos, la muerte no era problema, eran seres inmortales y casi indestructibles; el aburrimiento era el problema.
Les llamaban Juegos del Trono, titulo irónico, puesto que nadie obtenía el trono al final, la única forma de obtener el trono era por matrimonio o por muerte del monarca, en cuyo caso sus hijos heredaban. El nombre de los juegos se debía realmente a la forma en que habían sido creados. Ella recordaba bastante bien las historias, su memoria era una de esas pocas que no se empañaba con el tiempo, y la mayor parte de ellas contaban que los juegos habían sido creados como una forma de entretenerse y de divertir al pueblo. No eran un pueblo sumamente numeroso, pero si poderoso. Ellos tenían una fuerza que los humanos no poseían, Ellos tenían un espíritu que los humanos no conocían, Ellos no tenían nombre.
Sin que Ella se diera cuenta, los miembros del palco se habían ido alejando de su lado, poco a poco, como era siempre. Ella estaba demasiado distraída en sus propias cavilaciones y recuerdos. Se veía a sí misma cuando era una pequeña, tantos siglos atrás. Estaba corriendo por un campo de trigo, todo oro y miel, mientras el sol brillaba en lo alto del cielo. Era un privilegio, un gusto que pocas veces podía permitirse. Su existencia vivía vigilada, bajo la mirada constante y amenazadora de su padre, de su guardia personal, de los Jueces del Trono. Ella había sido una niña, una privilegiada ciertamente, pero una al fin y al cabo.
Su mirada oscilaba entre la arena del coliseo y las vigas del techo de su palco. Le era imposible no ver los Juegos por momentos, él estaba participando. Su único amigo, su único confidente, la única persona que había crecido a su lado. Los niños no eran muy comunes entre ellos, su propia naturaleza lo impedía, y el haber tenido a otro niño que creciera a la par que ella había sido un privilegio sumamente grande.
En una de sus muchas miradas furtivas a la arena, Nathaniel sorprendió su mirada y le dirigió una sonrisa brillante y confiada, y acto seguido se giró y clavó su espada en el pecho de uno de los más altos jueces del Trono, un hombre cruel y malvado que participaba en los Juegos por el puro placer de herir a los demás. A Ella se le había quedado grabada la mirada de Nathaniel, era esa mirada pura y límpida que siempre le había dirigido. Esa mirada con la que la convencía de salir a correr por los campos de trigo, aunque estuvieran fuera de los límites, aunque estuvieran prohibidos. Él era el amigo que ella más apreciaba, casi su único, y uno de los pocos ante los cuales su padre no podía poner peros. Nathaniel venía de una familia antigua y poderosa, era un puro, como casi todos ellos. La primera vez que Ella había tomado conciencia de quién era ella había sido gracias a él.
- ¿Acaso no sabes quién eres? -le había dicho un Nathaniel niño con ojos de un verde violaceo y con un rostro de sorpresa.
Ella había negado con su cabeza llena de rizos. El joven Nathaniel se recostó sobre el suelo y contempló el cielo por un rato. Habían ido de excursión a un trigal y estaban retozando en el suelo. Ella estaba sentada, muy atenta a cada palabra de Nathaniel, ya que el chico parecía saber más de ella que Ella misma.
- Tú eres Ella -respondió de pronto él-. No los dejes convencerte de lo contrario. Pero también eres la dueña de la mayor parte de las vidas aquí. Eres la dueña de todo lo que ves, aunque las personas débiles no lo sepan. Y eres la hija del Dueño del Trono.
- Soy la hija del Dueño ...
- ¿No te lo han explicado? -preguntó Nathaniel interrumpiéndola.
Ella volvió a negar con la cabeza. Sólo tenía ocho años, Nathaniel tenía diez, él era más sabio.
- Bueno, supongo que lo harán cuando cumplas nueve -dijo Nathaniel, los nueve eran la edad de las respuestas en su pueblo-. Pero hay cosas que no te dicen, que a mi no me dijeron. Tu eres la hija del Dueño del Trono, osea del rey. Eso te hace una princesa, creo -y Nathaniel rió. Ella enrojeció, él no la creía una princesa.
- ¡No rías! -le gritó Ella.
Nathaniel calló inmediatamente. Su rostro lívido y sus ojos llenos de pánico. Ella se sintió tan consternada que no supo qué decir.
- Lo siento -dijo porque pensó que arreglaría las cosas.
- No lo hagas -le dijo Nathaniel-. No debí haber reído. Y tampoco haberte asustado, aun no sabes quién eres.
- Soy la hija de...
- No -le interrumpió el chico-. Es más que eso. Eres la dueña. Tu serás la Dueña del Trono algún día, si alguien te desagrada, no debes sino decirlo y caerá.
Con esas palabras se acabó la seriedad de la conversación, los guardias habían salido a buscarlos y ellos huyeron a lo largo del campo corriendo y riendo de la torpeza de sus cuidadores.
Al volver su pensamiento a la realidad, Ella vio que los Juegos habían acabado, bendito fuera el cielo. Y que su amigo se dirigía a ella sano y salvo. Nadie se interpuso en su encuentro, nadie osaba acercarse nunca cuando ellos se reunían. Eran altamente peligrosos e irreverentes por separado, juntos, eran aún peores. Nathaniel le sonrió enormemente cuando llegó a donde ella estaba. Estrechó la mano que ella había extendido y depositó un suave y burlón beso en su dorso. El público tenía su mirada fija en ellos, Nathaniel había sido el vencedor y se esperaba que el Dueño del Trono le diera su premio. Una corona purpura y una túnica negra, esos eran los símbolos del ganador. Mas el Dueño tampoco se atrevía a acercarse cuando ellos se reunían, y Ella sabía que era porque su padre esperaba que entre ella y Nathaniel surgiera algo, eso. Pero no ocurría así, ellos eran simplemente amigos, compañeros en buenas y malas, y el amor era algo que no figuraba en esa ocasión.
- ¿Qué esperas? -le susurró Nathaniel acercándose a su oído- Dales algo de qué hablar.
- Calla -respondió Ella-. Aún no.
Aún no, ella aún no pensaba desafiar a aquel que poseía control sobre su salida al mundo de afuera.
- Tengo algo que confesarte -dijo Nathaniel de pronto.
Ella le miró. A lo largo de los siglos, las contadas ocasiones en que su amigo usaba esa expresión solían estar relacionadas con romper reliquias invaluables, escaparse de noche, mentirle a los guardias o cosas por el estilo. Él se sonrojó un poco bajo su escrutinio, gesto que ella estaba segura indicaba que algo malo estaba por venir.
- Nathaniel -susurró Ella, la gente empezaba a inquietarse y se acercaban más a donde estaban-, explícate ya.
- Ha pasado -fue todo lo que él dijo.
Ella quedó conmocionada por dos latidos de corazón, luego saltó a su cuello y empezó a gritar de dicha.
Había pasado, una voz en su mente se lamentaba que le hubiera pasado a él antes que a ella, pero había pasado y ella estaba dichosa por su amigo.
La naturaleza con la que había sido creados Ellos les condicionaba a ser capaces de amar una única y exclusiva vez en toda su existencia. Ese amor solía ser correspondido, aunque también existían casos donde no lo era. Y su propio cuerpo reaccionaba a ello, la razón de que los niños fueran tan escasos era que sus cuerpos sólo permitían procrear cuando estaban enamorados, era sólo con su pareja con quién podían tener hijos. Y el amor, entre ellos, como algo irrevocable era también algo no tan usual y sumamente deseado. Era una condena eterna, así como la salvación.
Quizá por eso Ella se sentía un poco más sola ahora que Nathaniel tenía a alguien. Ella seguía sin tener a nadie, seguía sola. Y eso, en alguna parte de su mente, le quemaba un poco.
Ella bufó involuntariamente, lo que le ganó una mirada reprobadora de su padre. Se sentía incómoda en medio de esa multitud. Estaba harta de ver el mismo espectáculo sangriento que se repetía cada siglo, con todos los que quisieran ser parte, y que envolvía la más grande batalla que los suyos hubieran librado hasta ahora. Era todo una batalla por fama, por poder, cuando eres un inmortal las guerras pierden su sentido, los Juegos, sin embargo, conservaban toda su gloria desde los tiempos inmemoriales. Desde su más tierna infancia Ella se había visto en ese mismo palco, en esa zona, observando los Juegos acontecer unos tras otros y a los suyos sangrar y romperse en pedazos a manos de su mismo pueblo. El dolor era lo de menos, la muerte no era problema, eran seres inmortales y casi indestructibles; el aburrimiento era el problema.
Les llamaban Juegos del Trono, titulo irónico, puesto que nadie obtenía el trono al final, la única forma de obtener el trono era por matrimonio o por muerte del monarca, en cuyo caso sus hijos heredaban. El nombre de los juegos se debía realmente a la forma en que habían sido creados. Ella recordaba bastante bien las historias, su memoria era una de esas pocas que no se empañaba con el tiempo, y la mayor parte de ellas contaban que los juegos habían sido creados como una forma de entretenerse y de divertir al pueblo. No eran un pueblo sumamente numeroso, pero si poderoso. Ellos tenían una fuerza que los humanos no poseían, Ellos tenían un espíritu que los humanos no conocían, Ellos no tenían nombre.
Sin que Ella se diera cuenta, los miembros del palco se habían ido alejando de su lado, poco a poco, como era siempre. Ella estaba demasiado distraída en sus propias cavilaciones y recuerdos. Se veía a sí misma cuando era una pequeña, tantos siglos atrás. Estaba corriendo por un campo de trigo, todo oro y miel, mientras el sol brillaba en lo alto del cielo. Era un privilegio, un gusto que pocas veces podía permitirse. Su existencia vivía vigilada, bajo la mirada constante y amenazadora de su padre, de su guardia personal, de los Jueces del Trono. Ella había sido una niña, una privilegiada ciertamente, pero una al fin y al cabo.
Su mirada oscilaba entre la arena del coliseo y las vigas del techo de su palco. Le era imposible no ver los Juegos por momentos, él estaba participando. Su único amigo, su único confidente, la única persona que había crecido a su lado. Los niños no eran muy comunes entre ellos, su propia naturaleza lo impedía, y el haber tenido a otro niño que creciera a la par que ella había sido un privilegio sumamente grande.
En una de sus muchas miradas furtivas a la arena, Nathaniel sorprendió su mirada y le dirigió una sonrisa brillante y confiada, y acto seguido se giró y clavó su espada en el pecho de uno de los más altos jueces del Trono, un hombre cruel y malvado que participaba en los Juegos por el puro placer de herir a los demás. A Ella se le había quedado grabada la mirada de Nathaniel, era esa mirada pura y límpida que siempre le había dirigido. Esa mirada con la que la convencía de salir a correr por los campos de trigo, aunque estuvieran fuera de los límites, aunque estuvieran prohibidos. Él era el amigo que ella más apreciaba, casi su único, y uno de los pocos ante los cuales su padre no podía poner peros. Nathaniel venía de una familia antigua y poderosa, era un puro, como casi todos ellos. La primera vez que Ella había tomado conciencia de quién era ella había sido gracias a él.
- ¿Acaso no sabes quién eres? -le había dicho un Nathaniel niño con ojos de un verde violaceo y con un rostro de sorpresa.
Ella había negado con su cabeza llena de rizos. El joven Nathaniel se recostó sobre el suelo y contempló el cielo por un rato. Habían ido de excursión a un trigal y estaban retozando en el suelo. Ella estaba sentada, muy atenta a cada palabra de Nathaniel, ya que el chico parecía saber más de ella que Ella misma.
- Tú eres Ella -respondió de pronto él-. No los dejes convencerte de lo contrario. Pero también eres la dueña de la mayor parte de las vidas aquí. Eres la dueña de todo lo que ves, aunque las personas débiles no lo sepan. Y eres la hija del Dueño del Trono.
- Soy la hija del Dueño ...
- ¿No te lo han explicado? -preguntó Nathaniel interrumpiéndola.
Ella volvió a negar con la cabeza. Sólo tenía ocho años, Nathaniel tenía diez, él era más sabio.
- Bueno, supongo que lo harán cuando cumplas nueve -dijo Nathaniel, los nueve eran la edad de las respuestas en su pueblo-. Pero hay cosas que no te dicen, que a mi no me dijeron. Tu eres la hija del Dueño del Trono, osea del rey. Eso te hace una princesa, creo -y Nathaniel rió. Ella enrojeció, él no la creía una princesa.
- ¡No rías! -le gritó Ella.
Nathaniel calló inmediatamente. Su rostro lívido y sus ojos llenos de pánico. Ella se sintió tan consternada que no supo qué decir.
- Lo siento -dijo porque pensó que arreglaría las cosas.
- No lo hagas -le dijo Nathaniel-. No debí haber reído. Y tampoco haberte asustado, aun no sabes quién eres.
- Soy la hija de...
- No -le interrumpió el chico-. Es más que eso. Eres la dueña. Tu serás la Dueña del Trono algún día, si alguien te desagrada, no debes sino decirlo y caerá.
Con esas palabras se acabó la seriedad de la conversación, los guardias habían salido a buscarlos y ellos huyeron a lo largo del campo corriendo y riendo de la torpeza de sus cuidadores.
Al volver su pensamiento a la realidad, Ella vio que los Juegos habían acabado, bendito fuera el cielo. Y que su amigo se dirigía a ella sano y salvo. Nadie se interpuso en su encuentro, nadie osaba acercarse nunca cuando ellos se reunían. Eran altamente peligrosos e irreverentes por separado, juntos, eran aún peores. Nathaniel le sonrió enormemente cuando llegó a donde ella estaba. Estrechó la mano que ella había extendido y depositó un suave y burlón beso en su dorso. El público tenía su mirada fija en ellos, Nathaniel había sido el vencedor y se esperaba que el Dueño del Trono le diera su premio. Una corona purpura y una túnica negra, esos eran los símbolos del ganador. Mas el Dueño tampoco se atrevía a acercarse cuando ellos se reunían, y Ella sabía que era porque su padre esperaba que entre ella y Nathaniel surgiera algo, eso. Pero no ocurría así, ellos eran simplemente amigos, compañeros en buenas y malas, y el amor era algo que no figuraba en esa ocasión.
- ¿Qué esperas? -le susurró Nathaniel acercándose a su oído- Dales algo de qué hablar.
- Calla -respondió Ella-. Aún no.
Aún no, ella aún no pensaba desafiar a aquel que poseía control sobre su salida al mundo de afuera.
- Tengo algo que confesarte -dijo Nathaniel de pronto.
Ella le miró. A lo largo de los siglos, las contadas ocasiones en que su amigo usaba esa expresión solían estar relacionadas con romper reliquias invaluables, escaparse de noche, mentirle a los guardias o cosas por el estilo. Él se sonrojó un poco bajo su escrutinio, gesto que ella estaba segura indicaba que algo malo estaba por venir.
- Nathaniel -susurró Ella, la gente empezaba a inquietarse y se acercaban más a donde estaban-, explícate ya.
- Ha pasado -fue todo lo que él dijo.
Ella quedó conmocionada por dos latidos de corazón, luego saltó a su cuello y empezó a gritar de dicha.
Había pasado, una voz en su mente se lamentaba que le hubiera pasado a él antes que a ella, pero había pasado y ella estaba dichosa por su amigo.
La naturaleza con la que había sido creados Ellos les condicionaba a ser capaces de amar una única y exclusiva vez en toda su existencia. Ese amor solía ser correspondido, aunque también existían casos donde no lo era. Y su propio cuerpo reaccionaba a ello, la razón de que los niños fueran tan escasos era que sus cuerpos sólo permitían procrear cuando estaban enamorados, era sólo con su pareja con quién podían tener hijos. Y el amor, entre ellos, como algo irrevocable era también algo no tan usual y sumamente deseado. Era una condena eterna, así como la salvación.
Quizá por eso Ella se sentía un poco más sola ahora que Nathaniel tenía a alguien. Ella seguía sin tener a nadie, seguía sola. Y eso, en alguna parte de su mente, le quemaba un poco.
7 abr 2013
¿Mi pequeño gusto culposo? My very own guilty pleasure?
Es él. Verle.
Ese es mi gusto culposo. Esa es mi pequeña delicia prohibida.Revisar su rostro, sus gestos, pensar en sus palabras.
Que me son prohibidas,yo sé, pero es eso lo que mi corazón hace cuando no duerme.
Eso y pensaren nuevos tatuajes improvisados con marcador para cuando vuelva a tener una oportunidad.
Ese es mi gusto culposo. Esa es mi pequeña delicia prohibida.
Que me son prohibidas,
Eso y pensar
En ese exclusivo primer lugar, ese que es tan obvio y llamativo. Ahí sigues, recogiendo el polvo de mis intentos de olvido. Llamando la atención del vacío. En ese pedestal roto donde solías vestir de dios y ser el creador del infierno y del sol.
Me pregunto yo sí en algún momento te irás o sí alguien te sacará...
Me pregunto yo sí en algún momento te irás o sí alguien te sacará...
1 abr 2013
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