Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
Y cualquiera creería que yo estaría pensando en cosas normales. ¡No en besos de chocolate, no en sangre, y definitivamente no en consolar a un pequeño niño asustado!
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Deja que tus gritos también sean llevados por el viento.