En el momento en que la revelación salió a la luz ambos se encontraban sentados en el sofá del departamento de él. Ella, sentada a su lado, ojeaba una revista con aire distraído mientras él escuchaba la declaración de la existencia de esos seres que jamás hubiera considerado posibles. La pantalla mostraba las imágenes de esas desconocidas criaturas que ofrecían tanto atractivo para los humanos. ELLOS. Así dijeron que los habían llamado los hombres eras atrás y su verdadero nombre les era desconocido incluso a ellos mismos. Los humanos no se preocuparon por darles otra denominación, ellos eran sencillamente ELLOS.
Aquello que había atraído su atención de esa extraña noticia habían sido los ojos de Ellos, aquellas ventanas a esas almas de provocación, que eran color violeta en estado normal y borgoña cuando utilizaban su “persuasión”, causando miedo y excitación a quien los observaba. Un momento, él conocía esos ojos. Los había visto en otras ocasiones, ocasiones más íntimas y placenteras, momentos de cuya veracidad ahora no estaba tan seguro.
Ella. No pudo contener el estremecimiento que lo recorrió cuando a través de la bruma de su mente se abrió paso la duda y luego la certeza de que la mujer a su lado era una de Ellos. Esos ojos; él siempre había sabido que esos hermosos ojos no podían ser normales, pero dado que nunca la había considerado a ella como algo normal no se había preocupado demasiado y había mantenido a raya su curiosidad. Adoraba el tono oscuro y turbio que tomaban sus ojos cuando el placer recorría su cuerpo, la forma en que la luz los bañaba al abrirse por las mañanas y el suave movimiento de las pestañas cuando lo llamaba a retozar apasionadamente junto a Ella.
Ahora, al ver aquella prueba delatora de la identidad de esos seres se pregunto si Ella realmente sería lo que él creía, si todo había sido real. Esa era la única pregunta que importaba. Acaso todo lo que había ocurrido entre ellos, dentro y fuera de la habitación, había sido real o solo una treta de Ella para alimentarse como decían las noticias que hacían las de su especie, Ellos. Para él eso era lo único importante. No importaba qué fuera Ella, importaba quién era y él la conocía o eso creía, por eso su mente se negaba a creer que todo fuera una mentira. Por eso no lograba concebir que la extraña e indomable necesidad que sentía de Ella se debiera solo a una de sus extrañas habilidades y no a verdadero deseo o pasión, no, quizá pasión si era, resultaba imposible fingir el fuego que los consumía cuando sus cuerpos se tocaban, pero quizá eso que él había creído amor podía ser simplemente un engaño.
- Tú –fue lo único que pudo articular. Eso bastaba, Ella lo había escuchado.
- Si –respondió Ella mientras bajaba la cabeza y ocultaba sus ojos con su larga y negra melena-. Lo soy.
- ¿Pensabas decírmelo alguna vez? –lo estaba tomando con demasiada tranquilidad, lo sabía, pero la única información que su mente deseaba en ese momento era la confirmación, una respuesta a la incertidumbre, de si lo había utilizado o no.
Ella bajó la cabeza y se levanto del sofá para dejar la revista en una repisa. No regreso a sentarse sino que se acercó a la ventana y se quedo mirando el cristal justo como un alma perdida en el desierto miraría un espejismo.
- No se suponía que nos reveláramos aun –dijo con voz triste-. Quería decírtelo mas no podía traicionar a los míos, no sin perderte.
Ella se dio la vuelta y se arrodillo a los pies del sofá donde él estaba sentado, sus hermosos ojos violáceos derramaban caudales de lagrimas que iban a caer a los pies de un hombre cuyo corazón se desgarraba con aquella imagen.
- Te juro que jamás he deseado lastimarte –prosiguió Ella con voz rota-, mucho menos mentirte, simplemente no…
Su mano se posó sobre la boca de la mujer silenciando las palabras que amenazaban con seguir saliendo a borbotones.
- Nunca te reprocharía el no habérmelo dicho –susurró él con suavidad mientras miraba directamente esos hermosos e hipnóticos ojos-, cómo podría hacerlo si ese era tu secreto –no, a él no le importaba si ella era o no uno de ellos. Su inquietud era otra.
- Si piensas así, ¿por qué me miras de esa forma? –pregunto ella con inseguridad.
Él la tomó en sus brazos y la levanto del suelo a la vez que la colocaba en su regazo. La acunó contra su pecho sintiéndola tan pequeña y vulnerable que no pudo evitar limpiar sus lágrimas con besos. Ella se revolvió en su abrazo quedando de frente a él y le coloco los brazos alrededor del cuello, su mirada cristalina mostraba toda la inseguridad y el miedo que la chica sentía.
- Shhh –susurró él tan cerca del rostro de la mujer-. Estas temblando, calma, cariño. No, no me importa qué seas. Lo único que deseo saber es una cosa.
- ¿Sí? –aquella mirada que le dirigió la mujer era tan profundamente tierna que habría desarmado a un gigante.
- ¿Alguna vez, en alguna ocasión, has utilizado eso que ustedes hacen conmigo? –no había sido sencillo preguntarle si lo haba engatusado alguna vez, odiaba dudar de ella pero debía preguntar.
- ¿Te refieres a que si te he engañado o utilizado para que te sientas atraído? Ya sabes, puedes ser franco conmigo – a leguas podía verse que ella trataba de verdad de entenderlo.
- Si.
- No, no lo he hecho. Cómo iba a poder hacerlo, tú no estabas en mis planes. Yo había sido destinada a reconocer el terreno, explorar el lugar, no a encontrarte a ti. Sin embargo jamás, escúchame bien –dijo ella colocando sus manos en las mejillas del hombre para sostenerle la mirada-, jamás he utilizado mi persuasión contigo.
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