Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

19 ago 2011

ELLOS II

Habían existido desde siempre, quizá llevaban siglos existiendo y nunca se habían delatado. Eran cuidadosos al respecto. Fueron ELLOS quienes estuvieron presentes en las grandes destrucciones de las antiguas sociedades, quizá incluso quienes causaron la perdición de Sodoma y Gomorra; eran Ellos los dioses paganos de los mundos perdidos entre lujuria y sangre. Se decía que eran hijos bastardos de Afrodita y Ares, nacidos de pasión y lujuria, habían sido castigados con una dependencia de la lujuria humana para sobrevivir. Nadie se quejaba al respecto, eran seres deseables, hombres y mujeres, hermosos como los dioses, poderosos y llenos de una fuerza sensual tan grande que pocos hombres se resistían. Eran los dioses de la pasión, de la lujuria, el deseo, la sensualidad, y, porque todo eso llevaba a un solo fin, del amor.


Tomaban lo que necesitaban para vivir y nosotros éramos su presa. Cada cierto tiempo subían y escogían a los mejores de nosotros, en ocasiones uno solo de nosotros bastaba para alimentarlos, entretenerlos y permitirles vivir a cinco o diez de ellos durante eras. No eran demasiados, no lo suficientes como para derrotarnos, por lo que no notábamos las desapariciones, pero tenían algo que nosotros deseábamos. Si ELLOS nos necesitaban entonces nosotros los deseábamos. Ninguno de nosotros que hubiera sido llevado estaba obligado a quedarse con ellos, podíamos marchar, por supuesto que nadie se iba. Una vez que probabas todo el placer que podían brindarte no volvías a desear alejarte. Ellos habían creado la pasión, la lujuria, les habían dado un nuevo significado a esas palabras. Conocían cada secreto y cada sombra oculta en la mente humana, cada sensación y cada expresión del amor y el deseo, esos eran sus campos de juego.

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