Allí, en medio de la habitación, su poco autocontrol se acabo. Necesitaba una explicación. No podia permitir que lo manejara a su antojo cada noche con las mismas promesas de pasión.
- Explícame eso -resopló.
- Que te explique qué? -Ni siquiera se molesto en darle la cara, siguió ordenando su armario.
- Eso de que me odias.
- No te odio. Solo te detesto -sin embargo no habia sido capaz de darle la cara, al igual que cada dia mientras el sol estaba afuera. La noche era algo distinto.
- ¿Cual es la diferencia? -¡Que lo colgaran si lograba entender a una mujer!
- La intensidad con que lo hago -Su tono y su indiferencia dejaban claro que eso era algo que ya debia haber sabido.
- Podrías no odiarme, lo sabes.
- No, no lo sé. -Condenada indiferencia femenina que tanto lo desquiciaba.
- ¿Qué ocurre contigo cada noche?
- No sé a que te refieres. -Acaso era tan distraido que no lo habia notado?
- ¿Ah, no? Y entonces como llamas a la transformacion que sufres cuando estas en mis brazos? O a la frialdad de hielo que demuestras cuando llega la mañana?
- Podrías llamarlo conciencia. -Que lo colgaran una y mil veces si le permitia escaparse esta vez.
- ¿Conciencia de qué? Si es que acaso puedo preguntar.
- Conciencia de lo mucho que te necesitaría si me permitiera no odiarte.
- Habías dicho que no me odiabas. -Habia vislumbrado esperanza, ahora debia hacerla confesar.
- Entonces detestarte. ¡Deja de buscar errores en mis palabras! No sé como puedo amar eso de tí.
Una sonrisa se extendia en un rostro.
- ¿Qué has dicho?
- He dicho que detesto que busques errores en lo que digo.
Unas mejillas se sonrojaron con violencia.
- Mentirosa, fria y manipuladora mentirosa. Yo no tengo prejuicios en admitir que te deseo, que te necesito, que anhelo tu cuerpo junto al mio y que cada mañana me clavas tus puñales con tu condenada indiferencia.
Una puerta se cerró con violencia, el armario se estremeció cuando las hojas de sus puertas se golpearon con tanta fuerza. La chica se giró con los ojos encendidos en sentimientos, habia más que solo ira, más que solo lagrimas. En el fondo, oculto pero aun asi a la vista, se encontraba la razón de todo lo que habia hecho. Un sentimiento tan fuerte que la habia obligado a protegerse con corazas demasiado pesadas para sus hombros.
- ¿De verdad quieres saber a que se debe todo? -La ira era patente en su voz, al igual que la vulnerabilidad. Él nunca habia podido con sus lagrimas, se derrumbaba apenas la veía flaquear pero esta vez la estaba llevando al limite y ella respondería.
- ¡Eso he intentado toda la mañana!
- La unica razón de todo es que no puedo quedarme.
- ¿De donde rayos sacas que no puedes quedarte?
- ¿Recuerdas la primera noche? Prometimos que sería solo diversión, nada en serio.
- ¿Y por eso me castigas de esta forma, marchandote antes de que logre amanecer y llevandote lo poco que logré que trajeras?
- ¿Qué más querias que hiciera?
- ¡Que te quedes, maldicion!
- ¿Lo dices en serio?
- Porque jamás me has querido creer, te lo demostraré.
Avanzó hacia ella y le arrebato la maleta de las manos. Saco la ropa de un golpe y arrojó la maleta contra la pared, donde estallo rompiendose en varios pedazos.
- ¡¿Por qué has hecho eso?!
- Sin maleta no puedes irte. Por lo tanto te quedas a mi lado. Punto.
- Eso era lo unico que necesitaba.
Con un salto se lanzo a los brazos de ese hombre que, a pesar de haber dicho en un principio que sería solo un juego, ahora habia acabado enredado por la magnitud de lo que ocurría dentro y fuera de esa habitación.