Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

24 mar 2013

Quien me iba a decir que tu serías el causante de mi enfermedad, quién me diría que era por ti que mis huesos se convertirían en espuma.
Nadie pudo decirlo, aun cuando todos parecían saberlo.
Sé que lo encontraré de nuevo, con otro rostro, otro nombre, otro cuerpo. Y seguirá siendo él, ese que me mueve y destruye mi mundo. Ese que tantas veces fue y vino y nunca supo responder mis preguntas. Ese que odia que lo acribille con preguntas sobre los por qués de las cosas, y sin embargo ama verme preguntando algo.
Que sea lo que quiera Dios que sea. La torpeza fue mía, ignorar que no tenías corazón. Olvidé que en esta ronda eras tu quien no tendría compasión de mi.
Por el lapso de tiempo que me tomó caer rendida, olvidé que tu no ibas a tener consideración, que no estaba en ti.
No tengas compasión. Bésame. Úsame. Déjame como te plazca.
Pero no me dejes en este estado, el desamor y yo no sabemos convivir.
Yo sólo te pido un último beso. No es tanto pedir.
Aquí acaba, mientras yo sigo atrapada.
No es que me falten ganas de superarte, me sobran las ganas y los intentos, es que tu no sales de mi cabeza y punto. Y en la noche, de noche es peor, de noche quiero llorar y gritar pero solo puedo callarme y tragarme las lágrimas.
Vale, seguís aquí.
No te vayas.
Nunca.
Lárgate.
Márchate.
Desaparece.

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