Medio vaso. Estaba aun ahi, frente a ella. La retaba como si tuviera algun derecho de hacerlo. Ella miró en otra dirección, a donde se girase veía lo mismo, o una situación similar, siempre había sido él quien terminaba con el vaso. Era su papel, su responsabilidad particular y ella lo aceptaba, le agradaba incluso. Cada salida era un juego, una fachada para sus muchas competencias y esa era su favorita. La primera frase que él le dirigiera había sido un reto a su capacidad. Ella no iba a poder con su plato, eso había sido todo. Competitiva como era, ella no lo había dejado pasar. El plato, sin embargo, si había sido más de lo que ella había podido manejar. Se había encontrado a sí misma al borde del vomito pero sin desear admitirlo. El, como un extraño gesto de caballerosidad, se había sentado a su mesa y en silencio había terminado el plato. Ninguno de los dos había comentado al respecto, pero ese había sido el inicio de un hábito y de un juego. Desde entonces era siempre así, cuando ella no podía él aparecía en silencio. Y ella nunca se quejaba.
Ahora estaba sola, sin su presencia para ayudarle con el vaso a medias que tenía frente a sí y que parecía mofarse de su incapacidad. Sus ojos escocían, ella extrañaba todo eso, extrañaba todo el juego, toda la complicidad, extrañaba que él la retara y que ella quisiera responder al reto. Y aun entonces, después de todo el tiempo transcurrido, ella se sentaba y esperaba que alguna fuerza mística le ayudara a terminar el vaso, el plato o lo que fuera que tuviera entre manos porque eso era lo que él hacía por ella. Él simplemente era ese respaldo que ella necesitaba y que ahora no tenía. Y le extrañaba.
Con un ultimo esfuerzo, se terminó el vaso. Esta vez no le necesitaría, porque nadie iba a volver de una tumba para ayudarla, y tendría que aprender a sobrevivir. Esta vez sería ella quien terminara algo por él, terminaría su más divertido juego, terminaría la vida.
Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
28 mar 2013
24 mar 2013
Quien me iba a decir que tu serías el causante de mi enfermedad, quién me diría que era por ti que mis huesos se convertirían en espuma.
Nadie pudo decirlo, aun cuando todos parecían saberlo.
Sé que lo encontraré de nuevo, con otro rostro, otro nombre, otro cuerpo. Y seguirá siendo él, ese que me mueve y destruye mi mundo. Ese que tantas veces fue y vino y nunca supo responder mis preguntas. Ese que odia que lo acribille con preguntas sobre los por qués de las cosas, y sin embargo ama verme preguntando algo.
Que sea lo que quiera Dios que sea. La torpeza fue mía, ignorar que no tenías corazón. Olvidé que en esta ronda eras tu quien no tendría compasión de mi.
Por el lapso de tiempo que me tomó caer rendida, olvidé que tu no ibas a tener consideración, que no estaba en ti.
No tengas compasión. Bésame. Úsame. Déjame como te plazca.
Pero no me dejes en este estado, el desamor y yo no sabemos convivir.
Yo sólo te pido un último beso. No es tanto pedir.
Aquí acaba, mientras yo sigo atrapada.
No es que me falten ganas de superarte, me sobran las ganas y los intentos, es que tu no sales de mi cabeza y punto. Y en la noche, de noche es peor, de noche quiero llorar y gritar pero solo puedo callarme y tragarme las lágrimas.
Vale, seguís aquí.
No te vayas.
Nunca.
Lárgate.
Márchate.
Desaparece.
Nadie pudo decirlo, aun cuando todos parecían saberlo.
Sé que lo encontraré de nuevo, con otro rostro, otro nombre, otro cuerpo. Y seguirá siendo él, ese que me mueve y destruye mi mundo. Ese que tantas veces fue y vino y nunca supo responder mis preguntas. Ese que odia que lo acribille con preguntas sobre los por qués de las cosas, y sin embargo ama verme preguntando algo.
Que sea lo que quiera Dios que sea. La torpeza fue mía, ignorar que no tenías corazón. Olvidé que en esta ronda eras tu quien no tendría compasión de mi.
Por el lapso de tiempo que me tomó caer rendida, olvidé que tu no ibas a tener consideración, que no estaba en ti.
No tengas compasión. Bésame. Úsame. Déjame como te plazca.
Pero no me dejes en este estado, el desamor y yo no sabemos convivir.
Yo sólo te pido un último beso. No es tanto pedir.
Aquí acaba, mientras yo sigo atrapada.
No es que me falten ganas de superarte, me sobran las ganas y los intentos, es que tu no sales de mi cabeza y punto. Y en la noche, de noche es peor, de noche quiero llorar y gritar pero solo puedo callarme y tragarme las lágrimas.
Vale, seguís aquí.
No te vayas.
Nunca.
Lárgate.
Márchate.
Desaparece.
Conversaciones Interesantes XLI
- Reconozco que no tengo remedio -dijo ella.
Él sonreía. Sin saber por qué, exactamente, simplemente lo hacía.
- Lo ultimo que quise fue esto, ser una total pendeja por una estupidez.
Él seguía sonriendo. Seguía sin decir nada. Ella se estaba desesperando con su actitud.
- Me marcho -dijo levantándose de pronto y acomodándose la falda que la hierba había arrugado.
Entonces él perdió la sonrisa. Su rostro se ensombreció y la tomó de la mano antes de que ella pudiera terminar de arreglar su ropa y se hubiera marchado.
- No.
Fue todo. Fue todo lo que dijo.
Se quedaron en silencio unos instantes, observándose, reconociéndose como si fuera la primera vez que se veían.
- ¿No qué? -dijo ella al fin.
- No te vayas.
Ella dudó un instante y entonces él tiró de su mano y la hizo sentarse de nuevo.
- No te vayas -repitió, poniendo sus manos sobre las mejillas de ella-. Tienes razón, no tienes remedio. Y eres una total pendeja y estas actuando por una estupidez. Pero así eres tu.
Un sonido ahogado y ofendido resonó en el pecho de ella mientras le cruzaba la cara con una bofetada.
- Vale -sonrió él-, me la merezco por no aclarar. Ahora escúchame -esta vez se aseguró de sostener las manos de la joven, su cara podría esperar-. Eres una tonta, no tienes remedio y estás chiflada. ¿Y qué? A mi eso me encanta de ti. Eso es lo que hace que cada mañana quiera verte sonreír y llorar y hacer todas esas locuras que haces cuando te aburres.
Lentamente él le soltó las manos y simplemente la miró a los ojos.
- Me encanta que te guste el chocolate más que cualquier otra cosa, me encanta que sepas que hay más en las personas que solo maldad, incluso aunque te defrauden, me encanta que vivas con la nariz en los libros más de lo que la tienes en la realidad, me encanta que hagas historias en tu mente cuando estás sola o triste, me encanta que te atiborres de dulces cuando te sientes mal. Me encantas. Y me desesperas.
Él soltó una carcajada y ella se sonrojó. Conocía esa risa, era la misma de cuando él estaba a punto de decir algo que no quería tener que decir.
- Eres desesperante. Esa necesidad imperiosa de saber el por qué de las cosas, esa obsesión por llevar la contraria, esas ganas que siempre tienes de actuar cómo mejor te place, esa actitud de valiente e independiente que te impide aceptar ayuda, esas locas cosas que dices de vez en cuando. Las adoro.
- Pensé que te desesperaban -dijo ella. Él volvió a reír.
- ¿Lo ves? Básicamente me acabo de poner en bandeja y tu te concentras en que dije que me desesperas.
- Pero es que...
- Lo haces de nuevo -la interrumpió él.
- Lo siento -dijo ella, más por reflejo que por otra cosa.
- Eso también me encanta. Eres la única persona cuya disculpa es honesta y automática a la vez. Ah, debes dejar de poner en duda todo lo que digo.
Ella esbozó una sonrisa tímida. Solía dudar todo lo que él decía, aun así siempre quería escucharle.
- ¿Me abofetearás de nuevo, preciosa? -dijo él suavemente. Ella negó con la cabeza.
Entonces él la besó. La calló y la dejó en ese estado en el que solo te dejan los besos que de verdad se sienten en el alma.
Él sonreía. Sin saber por qué, exactamente, simplemente lo hacía.
- Lo ultimo que quise fue esto, ser una total pendeja por una estupidez.
Él seguía sonriendo. Seguía sin decir nada. Ella se estaba desesperando con su actitud.
- Me marcho -dijo levantándose de pronto y acomodándose la falda que la hierba había arrugado.
Entonces él perdió la sonrisa. Su rostro se ensombreció y la tomó de la mano antes de que ella pudiera terminar de arreglar su ropa y se hubiera marchado.
- No.
Fue todo. Fue todo lo que dijo.
Se quedaron en silencio unos instantes, observándose, reconociéndose como si fuera la primera vez que se veían.
- ¿No qué? -dijo ella al fin.
- No te vayas.
Ella dudó un instante y entonces él tiró de su mano y la hizo sentarse de nuevo.
- No te vayas -repitió, poniendo sus manos sobre las mejillas de ella-. Tienes razón, no tienes remedio. Y eres una total pendeja y estas actuando por una estupidez. Pero así eres tu.
Un sonido ahogado y ofendido resonó en el pecho de ella mientras le cruzaba la cara con una bofetada.
- Vale -sonrió él-, me la merezco por no aclarar. Ahora escúchame -esta vez se aseguró de sostener las manos de la joven, su cara podría esperar-. Eres una tonta, no tienes remedio y estás chiflada. ¿Y qué? A mi eso me encanta de ti. Eso es lo que hace que cada mañana quiera verte sonreír y llorar y hacer todas esas locuras que haces cuando te aburres.
Lentamente él le soltó las manos y simplemente la miró a los ojos.
- Me encanta que te guste el chocolate más que cualquier otra cosa, me encanta que sepas que hay más en las personas que solo maldad, incluso aunque te defrauden, me encanta que vivas con la nariz en los libros más de lo que la tienes en la realidad, me encanta que hagas historias en tu mente cuando estás sola o triste, me encanta que te atiborres de dulces cuando te sientes mal. Me encantas. Y me desesperas.
Él soltó una carcajada y ella se sonrojó. Conocía esa risa, era la misma de cuando él estaba a punto de decir algo que no quería tener que decir.
- Eres desesperante. Esa necesidad imperiosa de saber el por qué de las cosas, esa obsesión por llevar la contraria, esas ganas que siempre tienes de actuar cómo mejor te place, esa actitud de valiente e independiente que te impide aceptar ayuda, esas locas cosas que dices de vez en cuando. Las adoro.
- Pensé que te desesperaban -dijo ella. Él volvió a reír.
- ¿Lo ves? Básicamente me acabo de poner en bandeja y tu te concentras en que dije que me desesperas.
- Pero es que...
- Lo haces de nuevo -la interrumpió él.
- Lo siento -dijo ella, más por reflejo que por otra cosa.
- Eso también me encanta. Eres la única persona cuya disculpa es honesta y automática a la vez. Ah, debes dejar de poner en duda todo lo que digo.
Ella esbozó una sonrisa tímida. Solía dudar todo lo que él decía, aun así siempre quería escucharle.
- ¿Me abofetearás de nuevo, preciosa? -dijo él suavemente. Ella negó con la cabeza.
Entonces él la besó. La calló y la dejó en ese estado en el que solo te dejan los besos que de verdad se sienten en el alma.
16 mar 2013
A esto se le llama bucle de porquería. Porque eso es.
Es un bucle, un circulo vicioso, un infinito de basura.
Lo siento por todo. Por no poder superarlo, por ser patética y seguir sintiéndome así, por no saber superarlo.
Y es que es casi como si esperara que viniera alguien a decirme que es normal, que esta bien si no logro superarlo aun, que no es nada del otro mundo. Sigo esperando que alguien me diga que sabe lo que se siente, que sabe cómo me siento, que sabe lo que duele verle así, tan distraído y en su mundo, tan hermoso, y no poder ni acercarme porque no lo soporto. Vivo esperando por un poco de algo que no sé qué es. Vivo esperándolo a él, patéticamente.
Quiero, desesperadamente, sacarmelo de la cabeza, del corazón, de ese rincón donde se escondió hace tanto. Y no logro hacerlo. Incluso sabiendo que estaré bien, que todo saldrá bien, esto es patético y doloroso. Yo quiero, con todo lo que soy, olvidarle.
Yo quiero, con ,muchas ganas, tenerle. Mi alternativa es superarle, entonces superemosle. Pero que sea algo. Que no sea permanecer en el limbo...
Es un bucle, un circulo vicioso, un infinito de basura.
Lo siento por todo. Por no poder superarlo, por ser patética y seguir sintiéndome así, por no saber superarlo.
Y es que es casi como si esperara que viniera alguien a decirme que es normal, que esta bien si no logro superarlo aun, que no es nada del otro mundo. Sigo esperando que alguien me diga que sabe lo que se siente, que sabe cómo me siento, que sabe lo que duele verle así, tan distraído y en su mundo, tan hermoso, y no poder ni acercarme porque no lo soporto. Vivo esperando por un poco de algo que no sé qué es. Vivo esperándolo a él, patéticamente.
Quiero, desesperadamente, sacarmelo de la cabeza, del corazón, de ese rincón donde se escondió hace tanto. Y no logro hacerlo. Incluso sabiendo que estaré bien, que todo saldrá bien, esto es patético y doloroso. Yo quiero, con todo lo que soy, olvidarle.
Yo quiero, con ,muchas ganas, tenerle. Mi alternativa es superarle, entonces superemosle. Pero que sea algo. Que no sea permanecer en el limbo...
15 mar 2013
Soy masoquista. Soy una condenada masoquista. Yo lo sé, tu lo sabes, todos lo saben. Me vuelvo una apendejada completa cuando se trata de ti, de tu voz, de tus besos, de tus palabras. Me vuelvo una idiota total cuando sé que te quiero y que no podré tenerte.
Pero mi idiota yo y yo tenemos que sobrevivir.
El dijo que le gustaba como nos veíamos con gorra, que nos veíamos bien hoy. Es extraño que me haga halagos pero me gustó. Es extraño pero podría sostener esa conversación por horas, en vez de los pocos minutos que dura.
Soy masoquista.
Pero mi idiota yo y yo tenemos que sobrevivir.
El dijo que le gustaba como nos veíamos con gorra, que nos veíamos bien hoy. Es extraño que me haga halagos pero me gustó. Es extraño pero podría sostener esa conversación por horas, en vez de los pocos minutos que dura.
Soy masoquista.
14 mar 2013
Esto lo encontré enFb, pero casi me hace llorar.
"Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encantaba mirarte distraído y que te hacía mío con solo verte de lejos. Que adoraba tus lunares y tu cuello me parecía el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser."
13 mar 2013
No lo sé
No me reconozco.
No tengo idea de quién o qué soy últimamente.
¿Te conozco? ¿Te he visto en alguna parte?
¿Eres la misma que me regresa la mirada en el espejo?
No, no puedes ser tu.
Ella es normal, es alguien común y corriente, es alguien que no tiene preocupaciones ni heridas ni muertos a la espalda.
Esa no eres tú.
Esa no soy yo.
No puedo serlo.
Porque si esa soy yo, ¿entonces a dónde se fue el dolor que llevo en el alma?
¿Dónde están esas lágrimas que permanecen en las comisuras de mis ojos esperando un mínimo impulso para brotar?
Tampoco encuentro mis ganas de permanecer en el mismo lugar.
Ahora más que nunca quiero irme, largarme, poner un océano de distancia entre tu y yo, o aun más si es posible.
Eso no bastaría. No sería suficiente.
Esto que siento es algo tan diferente y tan independiente que por mucho que no te vea, sigo volviéndome algo desconocido cuando apareces.
Cuatro millones cinco mil trescientos tres.
Olvídalo.
Yo sé bien que para ti no soy nada.
Que no importo nada.
No me reconozco.
Y lo detesto.
¿Tiene lógica acaso?
Imagínate que hoy ibas de blanco. Otra vez.
Y no fue a propósito que te vi. No fue intencional.
Se me revolvió todo.
Me hice nada.
Me derretí, de la misma forma en que me derrito siempre.
Y me encantó. Como siempre me encanta.
Y lo odié. Como suelo odiarlo últimamente.
Porque no te tengo, porque no puedo tenerte.
Porque ni siquiera recuerdas mi existencia y eso me duele.
Eso me destruye.
Eso me recuerda que no fui suficiente y no sabes cuanto hiere.
Yo sé que no te puedo tener, que no te tendré. Yo me reconcilié con ese hecho hace tiempo.
No me pidas, sin embargo, que logre sacarte de mi corazón con la misma facilidad.
Esto no estaba en mis planes, esto no era lo que yo deseaba. Esto no era lo que yo quería.
Nunca deseé que me rompieran el alma en pedazos. Nunca pedí que me destruyeran.
Nunca deseé quererte con tanta intensidad.
Y así es, así te quiero, así pienso en ti casi a cada instante, casi a cada momento.
Y duele. Duele como si me estuviesen clavando un hierro candente en lo más profundo del alma.
Duele como si me cortaran el corazón en trozos diminutos.
Duele como si no pudiera respirar a menos que te tenga cerca.
Se siente como si flotara en una nube de gas venenoso. Se siente como si me ahogara en un pequeño charco.
Pero vos seguís como si nada. No te importa, no te interesa.
Tu no me ves, no me oyes, no recuerdas mi nombre.
Tu olvidaste todas nuestras conversaciones y todas nuestras pláticas.
Tu olvidaste que alguna vez dijiste que no me lastimarías.
Tu olvidaste que dijiste un día que yo era importante, que me querías.
Tu olvidaste que te pedí que no jugaras conmigo.
Te pedí que no rompieras mi corazón. Te pedí que no me hicieras daño.
Yo no te lo dije, nunca lo dije, no lo diré.
Porque te dolería, si es que acaso te importo, saber cuanto te quiero y cuanto aun te pienso.
Porque te sentirías mal sí supieras lo mucho que me duele,
lo incapaz que soy de sostener una conversación personal contigo sin querer romperme en mil pedazos después.
Soy completamente incapaz de verte a lo lejos y contener mis ganas de acercarme, incluso si no te hablaré. Porque deseo verte, porque deseo sentir que estás cerca, porque deseo saber que, al menos por breves y fugaces instantes, tú recordarás mi existencia.
No me ves. No me recuerdas.
Y yo me quedo con esas enormes ganas de llorar, de besarte, de buscarte, de gritarte a la cara que te quiero y que te odio por haber permitido que te quisiera.
¿Tiene lógica acaso?
11 mar 2013
Blanco y negro
Hoy era blanco.
No, no el color del cielo, ni el de mi ropa ni el de nada particular.
Hoy él vestía de blanco. Se ve bien con ese color, le hace lucir tierno, le da un aire de niño necesitado de cuidado.
Yo lo repito, el mundo es muy grande, la ciudad e incluso el campus son lo suficientemente grandes para que no sea necesario que le vea a diario. Entonces por qué rayos debo verle, incluso a cincuenta metros, y saber con certeza que es él y sentir que mi cuerpo reacciona como esa primera vez.
La mayor parte del tiempo me odio a mi misma por esta absurda situación. Me enfurezco con mi romanticismo por dejarme en este lamentable y arruinado estado. La otra parte del tiempo simplemente me siento triste. Triste por ilusa, triste por tonta, triste por seguir sintiendo esto y que se me salga de las manos. Y luego estoy bien. Luego regreso a ser un poco más como yo misma, luego soy más lo que soy. Yendo y viniendo a mi antojo y peleando con mis fantasmas. Hasta que le veo.
Yo le veo y me hago nada. Yo le veo y pienso en amor, en versos, en besos, en calor, en todo y en nada. Yo le veo y se me ocurre que todo es farsa.
Yo le veo y se me olvida que estoy sobreviviendo. Yo le veo y quiero cuidarle de nuevo. Yo le veo y por el muero.
Yo le veo y el mundo se detiene y el suelo tiembla.
Yo le veo y recuerdo que aun le quiero.
Y hoy el iba de negro. Y me acordé de lo mucho que me gusta el robar un beso. Y me acordé de lo divertido que es tener alguien que cuide de ti. Y recordé que aunque él vista de blanco yo ya no podré hacer eso de aparecer y robarle sonrisas porque él ya no sonríe conmigo.
Pero él vestía de negro. Y se veía sumamente bien.
No, no el color del cielo, ni el de mi ropa ni el de nada particular.
Hoy él vestía de blanco. Se ve bien con ese color, le hace lucir tierno, le da un aire de niño necesitado de cuidado.
Yo lo repito, el mundo es muy grande, la ciudad e incluso el campus son lo suficientemente grandes para que no sea necesario que le vea a diario. Entonces por qué rayos debo verle, incluso a cincuenta metros, y saber con certeza que es él y sentir que mi cuerpo reacciona como esa primera vez.
La mayor parte del tiempo me odio a mi misma por esta absurda situación. Me enfurezco con mi romanticismo por dejarme en este lamentable y arruinado estado. La otra parte del tiempo simplemente me siento triste. Triste por ilusa, triste por tonta, triste por seguir sintiendo esto y que se me salga de las manos. Y luego estoy bien. Luego regreso a ser un poco más como yo misma, luego soy más lo que soy. Yendo y viniendo a mi antojo y peleando con mis fantasmas. Hasta que le veo.
Yo le veo y me hago nada. Yo le veo y pienso en amor, en versos, en besos, en calor, en todo y en nada. Yo le veo y se me ocurre que todo es farsa.
Yo le veo y se me olvida que estoy sobreviviendo. Yo le veo y quiero cuidarle de nuevo. Yo le veo y por el muero.
Yo le veo y el mundo se detiene y el suelo tiembla.
Yo le veo y recuerdo que aun le quiero.
Y hoy el iba de negro. Y me acordé de lo mucho que me gusta el robar un beso. Y me acordé de lo divertido que es tener alguien que cuide de ti. Y recordé que aunque él vista de blanco yo ya no podré hacer eso de aparecer y robarle sonrisas porque él ya no sonríe conmigo.
Pero él vestía de negro. Y se veía sumamente bien.
10 mar 2013
Rayos
Pasan los días, uno tras otro, mientras en mis manos sostengo las palabras que una vez me dijiste al oído.
Pasan los meses, con su ritmo habitual, y yo sé, en el fondo, que no ha cambiado nada, que sigue siendo igual.
Todo sigue su curso, todo se mueve.
Y yo, por el contrario, permanezco aquí, pensando en ti.
Suplicándole a la noche que me permita olvidarte.
9 mar 2013
Ilógico
No tiene lógica,lo sé, el extrañarte como yo lo hago.
No me importa la lógica, me importa que aun mueves mi suelo.
Eso es todo lo que tengo.
8 mar 2013
Arranque de nostalgia
Claro, yo en proceso de sobrevivir y tu como si nada.
Como duele el fuego cuando son sus ojos los que lo producen.
Como duele el alma cuando es a él a quién extraña.
El hielo cala hasta los huesos cuando falta su calor.
El sol brilla con tristeza si sé que no puedo verle.
Y es parte de una rutina.
Vivir a millón, hacer mil cosas a la vez, fingir ser feliz y hablar con energía.
Todo es un teatro, y yo una buena actriz.
Al final del día aun le extraño, aun le quiero, aun le pienso.
Al final del día sigo muriendo por un beso.
Al final del día quedamos mis ganas y yo, y el recuerdo de sus ojos.
De noche no tengo espacio para nada más, no puedo sostener la máscara.
Duermo pensando en sus ojos, en su voz, en sus besos.
No me avergüenza, no es malo.
Le quise, le quiero. ¿Y qué?
Estoy sobreviviendo.
7 mar 2013
Ella esperaba
Resulta que la interfaz de blogger no me deja subir hace varios días, ni siquiera abre. Así que envío esto desde el e-mail, esperando que blogger funcione bien pronto.
Miró el reloj, eran las doce cincuenta y nueve. Tenía sueño, estaba cansada y no tenía la más insignificante idea de por qué permanecía allí. Esperaba, si, pero por qué. La oscuridad le hacía compañía, al igual que el libro, sin embargo no lograban mantener su atención. Su mente volaba de uno a otro sin un orden determinado. Ahora él, ahora sus palabras, ahora el libro, ahora buscar una palabra desconocida, ahora recordar como sonreía cuando ella le miraba, ahora pensar que estaba perdiendo el tiempo. De pronto, suspiró. La noche se había cerrado hacía largo rato, todos dormían y no se escuchaban sonidos. El único sonido audible era ella, su constante cambio de posición sobre la cama, sus suspiros y sus palabras entrecortadas. Ella era consciente de cuan patético era todo, de lo sumamente tonto que era estar esperando tanto cuando posiblemente otra persona ni siquiera lo recordase. Y ahí estaba. Ella seguía esperando porque había dado su palabra, porque le importaba cumplir su palabra en este caso, porque realmente quería escuchar. De pronto se aburrió, decidió dar el primer paso. La espera la inquietaba, no lo soportaba, quería saber qué pasaba.
No pasaba nada, estaba ocupado. Ella se había dejado vencer por la impaciencia y había quedado en ridículo Él estaba ocupado y ella no era exactamente relevante. Se mordió el labio. Claro que no, ella no era relevante. Ella no era mucho en comparación con otras, con todas. Ella simplemente estaba esperando, porque le habían pedido que esperara, porque quería esperar, porque le interesaba escuchar. Y se había dado cuenta de lo recurrente de la situación. Solía ser así todo el tiempo. Ella esperaba. Le decían que se quedara y se quedaba. Le pedían que se marchara y se marchaba. Le rogaban y ella cedía. Era tan predecible y tan poco interesante. Y ella se consideraba interesante, le gustaba pensarlo así. Le gustaba creer que era más que un rostro, más que una simple sonrisa, pero era difícil. Es sumamente difícil pensar en ti como algo más que solo lo obvio cuando todo parece indicar lo opuesto. Quizá eso era lo que tanto le gustaba, la facilidad con que podía pensar en lo diferente que era cuando le escuchaba. Lo sencillo que era verse a sí misma como era realmente y como no encajaba en el estereotipo y que aun así podía decir que había alguien que se sentía bien con su poca capacidad de encajar. Ella no encajaba, eso era bastante obvio a simple vista. No le interesaba mucho encajar, ese era un hecho discutible y variable, tanto como su independencia. Al final del día solamente quedaba un hecho cierto, ella quería escuchar. Ella quería escuchar su voz, por eso esperaba. Ella quería que le dijeran que su forma de no encajar era tierna, linda, perfecta o algo por el estilo. Ella quería que alguien la sacara de su vacío diario. Ella esperaba y esperaba por él. Había dado un paso al acercarse, lo sabía, se había metido de lleno en la boca del lobo. Por puro gusto, por puro masoquismo, por el físico y estúpido deseo de dejar de sentir un pedazo de hielo ardiente en lo que debía ser un corazón. Paradojicamente, ella había esperado. Se había congelado en una llama ardiente porque había esperado, había esperado y soñado más de lo que podía. Había pedido más que aquello a lo que tenía derecho y pagaba su deuda. Fielmente, cada cierto tiempo, ella depositaba su cuota de lágrimas y sangre en la bóveda que le había sido asignada. Era una cliente asidua, era una cliente regular. Ella iba y pagaba devotamente por todos sus errores, por aquello sueños en los que había puesto más esperanzas de las necesarias. Ella lo hacía. Y sin embargo cada vez que le pedían que esperase, ella esperaba. Y no era solo por un rato, no, ella esperaba tanto como fuese necesario. Ella esperaba tanto como hiciera falta. Porque ella quería escuchar.
She walks through fire
Ella camina en medio del infierno sin saber que va volando sobre las llamas.
Ella se mueve en un mar de hielo sin recordar que no posee alas.
Ella se quema, se congela, ebulle y se derrite.
Ella sueña, como todos soñamos, y se le olvida poner los pies en el suelo.
Ella es ella, y yo soy yo.
Ella es yo.
Nosotras somos él.
Estamos en él.
Somos nosotras y él nos pertenece.
No pertenecemos a nadie, no somos de nadie.
El mundo es nuestro y nosotras somos libres.
4 mar 2013
Haz de mi tu canción personal.
Tu poema privado, ese que lees cuando deseas volar, ese que buscas cuando quieres escapar.
Anda, haz de mi tu sueño, tu ilusión, tu libro favorito.
Haz de mi eso que buscas en el brillo de la luna.
Haz de mi tu estrella personal, tu luz nocturna, tu salvación.
Yo puedo hacerte volar tan alto, iluminar tu noche con tanto brillo, cantar tan suave a tu oído, que no querrás despertar de mi, no querrás dejar de leerme, no querrás dejar de buscarme en cada sombra, en cada noche, en cada perfume que el viento te traiga.
Y aquí estoy.
Y espero.
Tu poema privado, ese que lees cuando deseas volar, ese que buscas cuando quieres escapar.
Anda, haz de mi tu sueño, tu ilusión, tu libro favorito.
Haz de mi eso que buscas en el brillo de la luna.
Haz de mi tu estrella personal, tu luz nocturna, tu salvación.
Yo puedo hacerte volar tan alto, iluminar tu noche con tanto brillo, cantar tan suave a tu oído, que no querrás despertar de mi, no querrás dejar de leerme, no querrás dejar de buscarme en cada sombra, en cada noche, en cada perfume que el viento te traiga.
Y aquí estoy.
Y espero.
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