¡Nunca te pedí que aparecieras!
Nunca desee conocerte, ni verte, yo no pedí esta condena de quererte.
¡Yo no te extrañaba!
Miento, si te extrañaba,
no te conocía pero sabía que te necesitaba,
nunca había oído tu voz,
aun así sabía de que me hablabas.
Hablabas de esa vieja promesa oxidada que dejé olvidada
en el buró de un hotel barato hace mucho tiempo,
te referías a ese sueño que intente ahogar en gotas de alcohol y en litros de agua salada
que derrame como si no hubiera un mañana,
me recordabas esa necesidad que ignoré conscientemente, temerosa del precio a pagar.
Sin embargo yo no te llame,
yo no te busqué,
yo no te invoqué.
A pesar de todo no fui yo quien inicio esta batalla,
no fui yo quien empezo la guerra,
estaba cansada de las batallas,
¿crees que buscaria otra guerra?
Simplemente aparecí en el lugar equivocado y en el momento equivocado,
¿o eran acaso el lugar y momento correctos?
¡ Mírame!
Ni siquiera sé, corazón, dónde estoy,
no se, vida mía, qué sentir,
qué hacer,
no sé qué pedirle a esta sofocada mente,
no sé siquiera si esto parezca un pensamiento coherente.
¡ Mírate!
Eres igual de deseable,
igual de valioso,
igual de estable.
Eso es algo con lo que yo no cuento,
no hay estabilidad, no hay normalidad,
creo que ni siquiera hay cordura dentro de esta cáscara sin mas.
Lo siento, cariño, no sé cómo ser directa.
Supongo que al final eso es algo que en mi cuenta,
tan normal como que respiro,
tan común como que parpadeo,
tan exasperante como fuertes son nuestros te quiero.
Pero yo no te buscaba,
yo no sabía que te necesitaba
y ahora que lo sé,
no sé cómo cambiar la página.
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