Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

8 dic 2011

Algo en lo que estoy trabajando III



III

Los zapatos resonaban a través del embaldosado del pasillo mientras él se acercaba al aparcadero. Iba bastante temprano pero quería darle una sorpresa: era su aniversario y sabía lo mucho que ella odiaba no verlo en casa.
El parqueadero estaba vacío, aun faltaban más de dos horas para la salida general y no había ni un alma en los alrededores. “Perfecto”, pensó, lo último que necesitaba era algún compañero celoso que convirtiera en problema su salida ese día. Apagó la alarma y subió al auto. Debía pasar por una floristería, ella amaba las flores, las rosas rojas eran sus favoritas y él era consciente de no haberle dado flores desde que se casaran.

La autopista estaba igual de desierta que el parqueadero de la empresa, tomó aquello como una buena señal y aumento la velocidad. Extrañaba a su mujer, la quería, de eso no cabía duda, pero había sido tan descuidado y la había dejado tan sola en esos meses que quería reparar un poco del daño. No había vuelto a tener una aventura desde que su esposa abortara, por accidente, claro, sin embargo, la culpa lo carcomía. Había sido un simple affaire, una secretaria de la oficina, muy voluptuosa y dispuesta, a quien no le había importado que él estuviera casado. Nadie lo había sabido y el planeaba seguir con ella e incluso dejar a su mujer; ahora decía que había sido un capricho, una crisis por verse perdiendo la juventud, ya que amaba a su esposa y nunca antes había pensado en dejarla pero una parte de su mente se preguntaba si quizá no estaba empezando a aburrirse de la monótona y aburrida vida que llevaban. 



Se estremeció al recordar cómo había sido esa tarde. Regresaba a su casa después de un encuentro clandestino con su amante cuando encontró a su mujer desfallecida en el suelo y un charco de sangre a sus pies. La llevó de prisa al hospital y allí le informaron que a pesar de los esfuerzos, ella había sufrido un aborto; él ni siquiera sabía que estuviera embarazada. Al parecer había caído de la escalera y el golpe había sido demasiado para el feto que no tenía más que unos dos meses. Se maldecía a sí mismo por no haberlo notado, era obvio que su abdomen estaba un poco abultado pero hacía mucho que no compartían el lecho y él no había puesto atención. Al volver en sí ella le confesó que no se lo había contado porque esperaba a estar un poco más segura, por si era una falsa alarma: Ellos llevaban varios años tratando de tener hijos sin éxito.
A partir de ese día había dejado a su amante y se había enfocado en trabajar. Ahora reconocía que antes que el empleo debió haberse enfocado en ella. Ella que siempre había estado allí para él incluso cuando no hallaba qué hacer, ella que era su confidente y consejera, ella que lo cuidaba y lo apoyaba, ella que había soportado tantos años de privaciones y de su mal carácter solo porque lo amaba, ella a quien hacía mucho él no veía sonreír.



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