Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

2 dic 2011

Algo en lo que estoy trabajando I


“No llores”, pensó su adolorida mente al ver las gotas de sal caer por las nacaradas mejillas de aquella que, momentos antes, fuera su tan apasionada amante.
Nunca había soportado las lágrimas, incluso antes de conocerla, pero ahora mucho menos. Era tan difícil ver al objeto de su pasión y adoración llorar que, simplemente, no podía mirarla. El rostro tierno y dulce que había observado tan devotamente, mientras remontaba a su dueña a océanos de éxtasis inimaginables, estaba surcado por expresiones que él no sabía cómo manejar. Era tan difícil hallar la dirección correcta en medio de todo ese caudal de agua salada que surgía directamente del corazón, que prefería alejarse, sin embargo, algo dentro de él le decía que, si se alejaba, la perdería sin posibilidad de recuperarla.

El vecindario se veía en silencio a través de la ventana. Parecía que todos disfrutaban de la dulce quietud esa mañana, de la suave brisa que corría entre los árboles y hacía cantar a las más pequeñas y tiernas avecillas.  El motivo de que escogiera aquel lugar era precisamente ese, la quietud que podía sentirse, la calma, la tranquilidad.  Esa tranquilidad que al parecer sus vecinos disfrutaban tanto, pero que a ellos no llegaba.

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