Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

5 dic 2011

La bailarina vecina


Casi podía sentirla, casi podía verla. Soñaba con ella cada mañana, cada momento, y su cuerpo reaccionaba cada vez que la música empezaba a sonar en el piso superior. Ella estaba ensayando. Ella estaba de nuevo en puntillas, atravesando la habitación como si flotara, como si nadara, como si de un campo de flores se tratase.
Ella vivía en el sexto piso, él, en el quinto y tirado en el piso mientras observaba el cielo raso, soñaba con el camino que ella recorría mientras danzaba y se revolvía. Suplicaba por los días en que ella se olvidaba de cerrar la cortina, eran días gloriosos y no perdía instante alguno en verla. No sabía de su existencia, no sabia de su eterna espera por un empujón del destino que le permitiera conocerla, acercarse a ella.
Casi la veía, casi la sentía, casi la conocía.
Era ella, recorriendo el techo en puntillas y haciéndole cosquillas de esquina en esquina. Sabría algo de él la inquilina? De cómo la esperaba todos los días a las afueras y surfeaba el camino dejado por su espalda rumbo al teatro.
Al día siguiente sería, fielmente cumplida, la misma odisea.


Basado en: "La bailarina vecina" - Ricardo Arjona.

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