CONFESSION

A veces, en raras ocasiones,  la vida nos presenta una oportunidad que supera enormemente nuestros sueños y expectativas, en ocasiones esa oportunidad llega para quedarse, permanece a lo largo de nuestra vida y nos inspira y llena de grandeza; pero también puede que, ese momento que tanto anhelas, llegue, dure un poco y después desaparezca hasta quien sabe cuando. A veces, cuando pierdes lo que más anhelaste, te sientes perdido, dolido, confuso, hecho trizas, sientes que, en el lugar donde debería ir tu corazón, alguien excavo un agujero más grande que el mismo cielo y que ahora te corroe y te devora interiormente. Es entonces, cuando pierdes ese sueño, en ocasiones más grande que la montaña más alta, cuando realmente logras entender que cada momento, cada sueño, cada llanto, cada risa, cada tristeza y dolor, han sido precisamente el preludio de ese instante, así como el olor precede a la lluvia, así como una mirada avisa un beso;  al final el momento desapareció, pero todo el camino recorrido permanece en ti.
Algún día, cuando el dolor sea lo suficientemente soportable como para vivir con él, miraras atrás y sonreirás, aunque el dolor permanezca sabrás que todo lo que viviste y sentiste, al final, valió la pena porque, a diferencia de muchos que jamas lo viven, tú si tuviste ese momento, viviste y sentiste tu más grande anhelo y, aunque no duro mucho, el recuerdo permanecerá en ti por siempre.
Sabrás que tengo razón porque, si aun no lo has vivido, esperaras por ese momento, y si ya lo tuviste, entenderás que valió la pena y admitirás que, aunque acabo, no lo lamentas porque fue algo mágico y especial.
Esto no es más que la confesión de un alma extraña que a veces ve el mundo con demasiada claridad y otras demasiado nublado.