Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.
29 dic 2012
¿Año nuevo? Es más de lo mismo
¿Por qué sera que mientras todos esperan ansiosos a que termine el año, a mi me da bastante igual? No es que tenga nada en contra de él, creo que pudimos habernos llevado mejor pero no lo culpo, sin embargo sí que culpo a esa costumbre de exaltarlo y de desvivirnos por no dejar que acabe. Es solo tiempo, tiempo y una acumulación de recuerdos que no suele significar gran cosa para mi. No moriré sólo porque cambiemos de año, ni tampoco por pasarlo sola o porque no tendré a quién besar a medianoche. No, señores, no moriré. No podría estar menos viva que ahora y aun así sé que estará bien. Estaré bien. Y todo brillará y la luz sonreirá.
Rompes y rasgas porque no sabes sobrevivir
No es cierto que solo puedes perder aquello que es tuyo. También puedes sentir que pierdes algo que jamas te perteneció o pertenecerá. Es simple, sumamente fácil, y no necesitas que una perdida como yo te diga cómo, pero es fácil. Simplemente tienes que llevarlo dentro, en el corazón, en la mente, en la sangre, en el aliento, donde sea.
Deja que se te meta bajo la piel, deja que te roa las entrañas, que se alimente de tu sustento, que te arranque el aliento.
Y entonces, cuando lo pierdas, lo sentirás. Sentirás cómo te lo arrebatan, cómo desaparece en el vacío, cómo escapa por entre tus dedos sin que tu puedas incluso opinar al respecto. Y duele, duele como cuando el mundo se cae, como cuando el alma se rompe, como cuando te quemas y no puedes retirar la mano porque algún perverso dios pensó que sería divertido ver como el dolor hacia que te retorcieras y contorsionaras, porque creyó que sería una buena forma de entretenerse respecto al tedio de su día a día.
Y tu te preguntas qué mala broma es eso del karma, a qué inocente alma asesinaste y en qué vida, para que se te castigue de esa manera. Pero nadie responde. Gritas y golpeas y lloras y haces mil maravillas, pero nada ocurre. No existe nadie al otro lado del abismo que pueda responder por ti. A nadie le interesa si tu cielo se está cayendo en pedazos o si tu suelo tiembla y cruje, a nadie le extraña si no respondes el teléfono o si lloras contra la almohada o si gritas hasta quedar sin voz. Porque así eres tu, porque, para todo el mundo, a eso se resume tu existencia.
Y entonces rompes algo, y se siente tan bien, tan liberador, tan tranquilizante, que rompes algo más, y algo más, y algo más. Y entonces, no te das cuenta de cómo, pero acabas rompiendo a las personas, sus palabras, sus gestos, sus errores, rompes y rasgas todo lo que puedes hallar porque mueres por sentirte bien, por sentirte mejor, por respirar sin que tus pulmones colapsen. Y el día se acaba y terminas tal y como empezaste, solo, porque te dedicaste a rasgar y a cortar y a pisar y a destruir porque sigues muriendo, y no sabes cuando dejarás de morir, por sentirte bien, por sentir que estas de nuevo en una sola pieza, por no sentir que te falta el relleno que te hace un ser humano.
Pero vamos que, al final del día, sigues rompiendo y rasgando.
Deja que se te meta bajo la piel, deja que te roa las entrañas, que se alimente de tu sustento, que te arranque el aliento.
Y entonces, cuando lo pierdas, lo sentirás. Sentirás cómo te lo arrebatan, cómo desaparece en el vacío, cómo escapa por entre tus dedos sin que tu puedas incluso opinar al respecto. Y duele, duele como cuando el mundo se cae, como cuando el alma se rompe, como cuando te quemas y no puedes retirar la mano porque algún perverso dios pensó que sería divertido ver como el dolor hacia que te retorcieras y contorsionaras, porque creyó que sería una buena forma de entretenerse respecto al tedio de su día a día.
Y tu te preguntas qué mala broma es eso del karma, a qué inocente alma asesinaste y en qué vida, para que se te castigue de esa manera. Pero nadie responde. Gritas y golpeas y lloras y haces mil maravillas, pero nada ocurre. No existe nadie al otro lado del abismo que pueda responder por ti. A nadie le interesa si tu cielo se está cayendo en pedazos o si tu suelo tiembla y cruje, a nadie le extraña si no respondes el teléfono o si lloras contra la almohada o si gritas hasta quedar sin voz. Porque así eres tu, porque, para todo el mundo, a eso se resume tu existencia.
Y entonces rompes algo, y se siente tan bien, tan liberador, tan tranquilizante, que rompes algo más, y algo más, y algo más. Y entonces, no te das cuenta de cómo, pero acabas rompiendo a las personas, sus palabras, sus gestos, sus errores, rompes y rasgas todo lo que puedes hallar porque mueres por sentirte bien, por sentirte mejor, por respirar sin que tus pulmones colapsen. Y el día se acaba y terminas tal y como empezaste, solo, porque te dedicaste a rasgar y a cortar y a pisar y a destruir porque sigues muriendo, y no sabes cuando dejarás de morir, por sentirte bien, por sentir que estas de nuevo en una sola pieza, por no sentir que te falta el relleno que te hace un ser humano.
Pero vamos que, al final del día, sigues rompiendo y rasgando.
28 dic 2012
Odio los intocables.
Se me permite un poco de indignación, por favor?
Es que, planteense mi situación. Aparece alguien intocable, y que no diré quién es, pero intocable. Por una y mil razones está fuera de toda posibilidad y no importa, eso es bueno, pero qué cojones se supone que haga yo con la rabia y la inconformidad que siento.
Resulta y pasa, pasa más de lo que digo que pasa, que el-par-de-ojos-que-me-perseguían ahora parecen indiferentes a mi existencia. Y no es que me muera, es que creo que duele un poco, básicamente porque tenía una cierta esperanza pero a mi el tiempo y la indiferencia me matan, y entonces me pongo así, como yo cuando estoy indiferente a algo, o quizá no deba decir indiferente, porque me importa aun, pero me pongo en ese estado donde ya no espero nada ni anhelo nada ni quiero nada. Ni su voz, ni sus palabras, ni siquiera el fuego líquido que me recorría las venas cuando le veía. Ya nada.
Oh, pero no es eso lo que me indigna. No. Lo que me indigna es que aparezca alguien intocable, como ya dije, alguien que hable y escuche y me haga reír y me diga las cosas bonitas que me gusta que me digan y que sea intocable. Si, es totalmente intocable. Primero, porque no salgo con menores que yo, no logro verlos románticamente, así que no funciona. Segundo, porque no toco las cosas sagradas, y esa persona es terreno sagrado e inaccesible. Tercero, porque no me atrae específicamente, me encanta su trato, su actitud, su forma de ser pero no del modo que se necesita para encenderme o apagarme. De eso falta mucho. Y no necesito un cuarto,
Me interrumpieron y se me fue un poco la liebre... por donde iba... ah si.
No necesito un cuarto motivo, los que ya tengo me bastan, pero no reducen mi indignación.
Y eso es lo que pasa, cuando pasa, y yo reniego de todos ellos, de los tocables y de los intocables, de los buenos y los malos, y reniego de mi misma y de mi convicción de que ninguno me conviene.
Y, siendo brutalmente honesta, yo sé de quienes debería enamorarme, a quienes debería amar sin reservas,pero no logro amarlos, no de esa forma. Y mantengo este circulo vicioso de fijarme en poco convenientes o en intocables.
Seamos francas, soy un desastre, pero, desastre y todo, me muero de ganas por ser el desastre de alguien.
Es que, planteense mi situación. Aparece alguien intocable, y que no diré quién es, pero intocable. Por una y mil razones está fuera de toda posibilidad y no importa, eso es bueno, pero qué cojones se supone que haga yo con la rabia y la inconformidad que siento.
Resulta y pasa, pasa más de lo que digo que pasa, que el-par-de-ojos-que-me-perseguían ahora parecen indiferentes a mi existencia. Y no es que me muera, es que creo que duele un poco, básicamente porque tenía una cierta esperanza pero a mi el tiempo y la indiferencia me matan, y entonces me pongo así, como yo cuando estoy indiferente a algo, o quizá no deba decir indiferente, porque me importa aun, pero me pongo en ese estado donde ya no espero nada ni anhelo nada ni quiero nada. Ni su voz, ni sus palabras, ni siquiera el fuego líquido que me recorría las venas cuando le veía. Ya nada.
Oh, pero no es eso lo que me indigna. No. Lo que me indigna es que aparezca alguien intocable, como ya dije, alguien que hable y escuche y me haga reír y me diga las cosas bonitas que me gusta que me digan y que sea intocable. Si, es totalmente intocable. Primero, porque no salgo con menores que yo, no logro verlos románticamente, así que no funciona. Segundo, porque no toco las cosas sagradas, y esa persona es terreno sagrado e inaccesible. Tercero, porque no me atrae específicamente, me encanta su trato, su actitud, su forma de ser pero no del modo que se necesita para encenderme o apagarme. De eso falta mucho. Y no necesito un cuarto,
Me interrumpieron y se me fue un poco la liebre... por donde iba... ah si.
No necesito un cuarto motivo, los que ya tengo me bastan, pero no reducen mi indignación.
Y eso es lo que pasa, cuando pasa, y yo reniego de todos ellos, de los tocables y de los intocables, de los buenos y los malos, y reniego de mi misma y de mi convicción de que ninguno me conviene.
Y, siendo brutalmente honesta, yo sé de quienes debería enamorarme, a quienes debería amar sin reservas,pero no logro amarlos, no de esa forma. Y mantengo este circulo vicioso de fijarme en poco convenientes o en intocables.
Seamos francas, soy un desastre, pero, desastre y todo, me muero de ganas por ser el desastre de alguien.
25 dic 2012
21 dic 2012
Letter from a damned.
It wasn't that bad. It wasn't that hard, either. I shouldn't have left you, I know. But you'll never know how bad this hurts.
I still remember last time we saw each other. You were at the park, watching the kids play the games you've always liked. And I was there, watching you, thinking of you, waiting for you to look back at me while the enemy was telling me I had to go. So I left. I left and I regret of it everyday of my life.
But, as I always say, this is not supposed to be a sad letter, I don't want you to be miserable, so I'm going but not before telling you how much I love you. How much I miss you and how happy I was by living with you.
You are, and you'll always be, the best thing that has ever happened to me.
Goodbye, honey.
I love you.
11 dic 2012
Mis asquerosos sueños
Siempre he pensado que, en todo este enorme mundo, mi subconsciente es y será mi peor enemigo. Confirmación de eso son mis sueños, y no, no necesito al señor Freud para interpretarlos.
Estoy sentada en una mesa, en un elegante y refinado restaurant, lleno de arañas de cristal y velas y mesas con manteles blancos y botellas de vino. Es el epitome de la elegancia y la sensualidad que esconde toda esa opulencia. No soy la única en la mesa, para mi alivio y desconcierto. Me acompaña un hombre tan guapo y elegante como solo puede serlo mi príncipe azul, ese que me reservo para mis sueños y mis historias, ese de cabello negro y ojos azul noche, ese que me hace reventar de coraje y deseo, ese que me reta y me desafía sin dar tregua ni un instante. Ese. Y, frente a él esta esa mujer que me reduce a cenizas con un solo vistazo. Esa del cuerpo esbelto y torneado, esa rubia alta con rizos en bucles perfectos donde ni una hebra escapa y que hacen palidecer a mis oscuros y desaliñados cabellos. Esa mujer alta y confiada, tan segura de si misma que no le importa lo bajo del escote o lo corto del vestido o lo alto de los zapatos, en fin, mi propio boogieman personal.
Y me observa, ella me mira desde debajo de sus alargadas pestañas y sus capas de rímel y delineador y no puedo sino sentirme diminuta, miserable e insignificante. Yo y mi metro y medio de estatura, yo y mi oscuro y rebelde cabello, yo y mi cuerpo infantil y anodino, yo y mi enorme inseguridad.
Y en medio de mi sueño, lo sé. Sé que él está conmigo, que me pertenece y que esta ahí por mi, y que yo no estoy a la altura. Sobrepasada por la situación, me siento con un puchero mientras esa pareja que encaja tan perfectamente conversa como si fuera lo más natural del mundo, y quizá lo es. Y yo estoy en medio, escuchándolo todo pero sin poner realmente atención, viendo como soy incapaz de articular palabra, viendo como ella cautiva su mirada y como yo me encojo hasta convertirme en una pequeña niña que debe ser reprendida porque esta haciendo unos poco atractivos pucheros. Y entonces sé que ese es el mismo hombre que he esperado tanto tiempo, ese por quien mi corazón enloquecía día y noche, y también sé, mientras él me observa y me pide tajantemente que coma y que deje de armar una rabieta, entonces sé que aunque ese sea él, su ella no soy yo.
A mi me falta la clase, la distinción y la calma que esa mujer, que mi pesadilla particular posee. Y entonces despierto, entonces bajo a una realidad tan triste como mi sueño porque no sé si él exista, no sé si él sea él, no se si yo pueda alguna vez ser ella o sentirme como se siente ella y porque, cuando él dijo, justo antes de que yo despertara, que ella era increíblemente hermosa y sensual, vi que a mi no me lo había dicho, y ya no pensaba en mi sueño, pensaba en una realidad que sigue pareciéndose a mi sueño.
Pensaba en lo mucho que podría ganar un psiquiatra con mi caso y en lo poco que me interesa ya buscar una solución. Al fin y al cabo, mi subconsciente suele tener razón.
Estoy sentada en una mesa, en un elegante y refinado restaurant, lleno de arañas de cristal y velas y mesas con manteles blancos y botellas de vino. Es el epitome de la elegancia y la sensualidad que esconde toda esa opulencia. No soy la única en la mesa, para mi alivio y desconcierto. Me acompaña un hombre tan guapo y elegante como solo puede serlo mi príncipe azul, ese que me reservo para mis sueños y mis historias, ese de cabello negro y ojos azul noche, ese que me hace reventar de coraje y deseo, ese que me reta y me desafía sin dar tregua ni un instante. Ese. Y, frente a él esta esa mujer que me reduce a cenizas con un solo vistazo. Esa del cuerpo esbelto y torneado, esa rubia alta con rizos en bucles perfectos donde ni una hebra escapa y que hacen palidecer a mis oscuros y desaliñados cabellos. Esa mujer alta y confiada, tan segura de si misma que no le importa lo bajo del escote o lo corto del vestido o lo alto de los zapatos, en fin, mi propio boogieman personal.
Y me observa, ella me mira desde debajo de sus alargadas pestañas y sus capas de rímel y delineador y no puedo sino sentirme diminuta, miserable e insignificante. Yo y mi metro y medio de estatura, yo y mi oscuro y rebelde cabello, yo y mi cuerpo infantil y anodino, yo y mi enorme inseguridad.
Y en medio de mi sueño, lo sé. Sé que él está conmigo, que me pertenece y que esta ahí por mi, y que yo no estoy a la altura. Sobrepasada por la situación, me siento con un puchero mientras esa pareja que encaja tan perfectamente conversa como si fuera lo más natural del mundo, y quizá lo es. Y yo estoy en medio, escuchándolo todo pero sin poner realmente atención, viendo como soy incapaz de articular palabra, viendo como ella cautiva su mirada y como yo me encojo hasta convertirme en una pequeña niña que debe ser reprendida porque esta haciendo unos poco atractivos pucheros. Y entonces sé que ese es el mismo hombre que he esperado tanto tiempo, ese por quien mi corazón enloquecía día y noche, y también sé, mientras él me observa y me pide tajantemente que coma y que deje de armar una rabieta, entonces sé que aunque ese sea él, su ella no soy yo.
A mi me falta la clase, la distinción y la calma que esa mujer, que mi pesadilla particular posee. Y entonces despierto, entonces bajo a una realidad tan triste como mi sueño porque no sé si él exista, no sé si él sea él, no se si yo pueda alguna vez ser ella o sentirme como se siente ella y porque, cuando él dijo, justo antes de que yo despertara, que ella era increíblemente hermosa y sensual, vi que a mi no me lo había dicho, y ya no pensaba en mi sueño, pensaba en una realidad que sigue pareciéndose a mi sueño.
Pensaba en lo mucho que podría ganar un psiquiatra con mi caso y en lo poco que me interesa ya buscar una solución. Al fin y al cabo, mi subconsciente suele tener razón.
10 dic 2012
El tenia razón, que extraño, ¿no?
¿Cómo explico que llevo mucho tiempo rondando sus palabras?
De la misma forma en que debo explicar que, aunque no se note en extremo, hace un tiempo que no soy yo misma, supongo.
Si he de explicarlo, tendría que empezar diciendo que hay miles y miles de cosas que me trago y que escondo día tras día. Tendría que decir que no me gustan muchas cosas y tendría también que hablar de mis complejos y de todas esas otras cosas. Que ni al caso. No quiero hablar de ello.
En lugar de lo anteriormente mencionado, prefiero jugar a metaforizar (wow, acabo de enterarme que eso es una palabra) lo que me pasa.
Empecemos con la parte sencilla, el cómo se siente.
Se siente como si, como si una parte de mi se hubiera desconectado del resto y estuviera ahora observándonos desde algún punto externo. He visto algunas descripciones de momentos donde dicen que todo transcurre con una lentitud impresionante, tanto así que puedes incluso ver las partículas del polvo en el aire. Bueno, yo puedo ver fragmentos de mi vida y de mi alma desvaneciéndose en el aire. Y no es agradable.
Nunca me ha gustado la sensación de necesitar aire, de perder el aliento, no en estas circunstancias. Me hace sentir como si estuviera muriendo constantemente y lo detesto.
Él tenía razón, como era de esperarse, porque por alguna extraña razón me conoce increíblemente bien, y yo me pregunto a qué se deberá eso,
Pero no es malo, no me importa, porque esa persona que lo dijo para mi es importante, más de lo que el mismo cree, y no tengo inconvenientes en que me conozca.
Es su acierto lo que me perturba, lo que me desequilibra, es el hecho de que sepa más de lo que quiero que sepa, que vea más de lo que quiero mostrar y que entienda mejor que nadie.
Pero yo puedo quedarme divagando al respecto toda la tarde, jugando con mis rocambolescas ideas, pensando alrededor de esas cosas que me molestan tanto últimamente.
Pero hasta aquí va, no quiero seguir por esa linea, solo quería decir que esa persona tiene razón.
Y, como gran final, acabaré con un "quiero largarme a algún sitio donde mi exagerado amor por las letras no sea malo, donde no quieran divertirse a mi costa como un bicho de algún retorcido y perverso circo y donde no tenga que soportar el no poder ser independiente y tener que depender de ella".
Cambio y fuera.
De la misma forma en que debo explicar que, aunque no se note en extremo, hace un tiempo que no soy yo misma, supongo.
Si he de explicarlo, tendría que empezar diciendo que hay miles y miles de cosas que me trago y que escondo día tras día. Tendría que decir que no me gustan muchas cosas y tendría también que hablar de mis complejos y de todas esas otras cosas. Que ni al caso. No quiero hablar de ello.
En lugar de lo anteriormente mencionado, prefiero jugar a metaforizar (wow, acabo de enterarme que eso es una palabra) lo que me pasa.
Empecemos con la parte sencilla, el cómo se siente.
Se siente como si, como si una parte de mi se hubiera desconectado del resto y estuviera ahora observándonos desde algún punto externo. He visto algunas descripciones de momentos donde dicen que todo transcurre con una lentitud impresionante, tanto así que puedes incluso ver las partículas del polvo en el aire. Bueno, yo puedo ver fragmentos de mi vida y de mi alma desvaneciéndose en el aire. Y no es agradable.
Nunca me ha gustado la sensación de necesitar aire, de perder el aliento, no en estas circunstancias. Me hace sentir como si estuviera muriendo constantemente y lo detesto.
Él tenía razón, como era de esperarse, porque por alguna extraña razón me conoce increíblemente bien, y yo me pregunto a qué se deberá eso,
Pero no es malo, no me importa, porque esa persona que lo dijo para mi es importante, más de lo que el mismo cree, y no tengo inconvenientes en que me conozca.
Es su acierto lo que me perturba, lo que me desequilibra, es el hecho de que sepa más de lo que quiero que sepa, que vea más de lo que quiero mostrar y que entienda mejor que nadie.
Pero yo puedo quedarme divagando al respecto toda la tarde, jugando con mis rocambolescas ideas, pensando alrededor de esas cosas que me molestan tanto últimamente.
Pero hasta aquí va, no quiero seguir por esa linea, solo quería decir que esa persona tiene razón.
Y, como gran final, acabaré con un "quiero largarme a algún sitio donde mi exagerado amor por las letras no sea malo, donde no quieran divertirse a mi costa como un bicho de algún retorcido y perverso circo y donde no tenga que soportar el no poder ser independiente y tener que depender de ella".
Cambio y fuera.
4 dic 2012
Todo es caos. Confuso y desalentador.
Te sientes en el borde sin saber bien qué hacer, escondiéndote en medio de letras, pinturas y colores, buscando que ellos oculten tu rostro del resto del mundo.
Todo es un sueño, una falsa idea de realidad, todo es lo que nunca has querido y lo que no consigues cambiar.
Y de repente llega esa mascara negra que te desconcierta, que te pierde.
Y de repente, todo estalla.
Te sientes en el borde sin saber bien qué hacer, escondiéndote en medio de letras, pinturas y colores, buscando que ellos oculten tu rostro del resto del mundo.
Todo es un sueño, una falsa idea de realidad, todo es lo que nunca has querido y lo que no consigues cambiar.
Y de repente llega esa mascara negra que te desconcierta, que te pierde.
Y de repente, todo estalla.
3 dic 2012
Él tiene razón.
Él tiene razón.
Si estoy rara.
Si me siento diferente.
De mil formas que no pueden ser buenas pero que me esfuerzo por ignorar.
Y creo que no ayuda que una de las pocas personas que quiero ver y con quien quiero hablar parezca tan indiferente a mi desaparición.
No es favoritismo.
Preferiría hablar con ella o con él, que sí notan que algo extraño pasa.
Pero quiero hablar con él, quiero hablar con él y quiero preguntar mil cosas y quiero dejar de tener las mismas dudas tontas en la cabeza.
Ah, y aviso, llevo casi un mes pensando qué puedo regalarle de navidad. ¿Ideas? Porque yo no tengo ninguna, cosa que comprueba lo que ya sé. Le conozco tan poco, pero tan poco, que eso explica muchas de mis preguntas.
Pero si es cierto, si me pasa algo.
Me pasan una y mil cosas que no sé cómo interpretar o a qué atribuir.
Vivo en un constante estado que linda con las lágrimas que en cualquier momento podría derramar sin causa alguna, sin razón alguna, simple y llanamente porque no puedo contenerlas más.
Estoy en un estado donde solo quiero dormir, descansar y desconectarme de todo. Y quizá lo haga.
Pero lo que más quiero, lo que más pido, es aunque sea una simple llamada telefónica, un par de palabras, algo que me diga que esto que me pasa no pasa solo en este lado de la linea o que las letras que mis manos no pueden evitar escribir no son simplemente vistas y borradas o que los recuerdos que tengo y los sentimientos que me trago y las palabras que lucho por contener no son solo un invento mio sino que tienen una contraparte y una respuesta del otro lado de la linea.
Y no pasa.
Y me siento en el suelo con un pincel en la mano, con un lápiz, con un borrador, con tizas o simplemente con un libro, y vigilo.
Vivo en espera de que ese pequeño aparato cuadrado que me acompaña a todos lados emita algún sonido que anteceda a su voz. A sus palabras.
Me paso el día esperando que algo aparezca, que algo cambie, que algo me permita volver a sentirme un poco más como yo. Pero mientras más pasa el tiempo más me pierdo, más dejo de sentirme como yo misma y más empiezo a verme desde algún ángulo externo.
Y ella no lo entiende. Ella no entiende que lo que hago lo hago por ella, por verla complacida y feliz.
No entiende que yo no quiero reconocimientos ni que una sala llena de extraños me escuche hablar de forma estúpida mientras hago un intento de una felicitación que no siento realmente. Porque todo lo que yo quería era ir a una ventanilla y recibir un cartón, cosa que no es mucho pedir, y marcharme. Y pasar un día conmigo misma, con mis pensamientos, con mis ideas, con mis manos y con mis absurdas locuras de las que, ahora empiezo a pensar, jamás lograré ella este orgullosa. Pero sigo intentando, y vivo intentándolo y no me rindo hasta que duele tanto que las lágrimas son un estado constante y cercano.
Estamos al borde. Literalmente hablando, creo.
Estamos lindando a la orilla del abismo donde posiblemente pueda acabar perdiendo algo importante de mi. Si es que no lo perdí ya, envuelto en lo que lancé a la basura uno de esos días de ira, o disuelto en las muchas lágrimas que se me escapan cuando ya no puedo soportarlo más.
Y no puedo soportar pedir, porque vivo intentando ser independiente y valerme por mi misma. Porque empiezo a odiar la idea de depender de ella y de que tenga que escuchar sus quejas y reclamos cada vez que necesito algo. O, lo que es peor, escuchar como se queja al darme algo que no pedí, que no deseo, que no me interesa.
Y vamos así, vamos en esas.
Y tengo que presentarme ante un grupo de gente que para mi no significa mucho, posiblemente sin alguien para darme animo y apoyarme a mi lado, y pretender ser feliz y estar animada.
Si no fuera porque ya empiezo a acostumbrarme a la rutina, me costaría mucho más no gritar, pero aun así me cuesta,
Lo que más odio, no es quizá sus quejas, ni los reclamos, ni el sentir que me observo desde la distancia, ni sentir que estoy perdiéndome a mi misma. Lo que más odio es ese constante estado a la defensiva que me recubre apenas cruzo el umbral de la puerta. No puedo evitarlo, no me siento segura aquí adentro, como si en cualquier momento alguien pudiera saltar con un cuchillo y apuñalarme al corazón. Cosa no tan difícil si tenemos en cuenta que sus palabras me hacen más daño que cualquier otra cosa en el mundo. Entonces soy una bruja amargada y grosera que se la vive respondiendo mal y con sarcasmos e ironías. Todo porque no podría soportar que venga a reírse en la cara por mi yo real. Tanto que incluso tengo que ocultar que estoy pintando, porque, claro, aun no me recupero de la ultima vez que le mostré mi trabajo y ella solo hizo una broma mientras clavaba el dedo en la herida.
Así que decido no mostrar nada, no decir más.
Que esto de vivir a punto de llorar, o gritar, o asesinar a alguien no es tan genial como suena.
Pero mejor me voy a jugar con pinturas o con lápices, que no hay mucho que pueda hacer para sentirme normal de nuevo.
Si estoy rara.
Si me siento diferente.
De mil formas que no pueden ser buenas pero que me esfuerzo por ignorar.
Y creo que no ayuda que una de las pocas personas que quiero ver y con quien quiero hablar parezca tan indiferente a mi desaparición.
No es favoritismo.
Preferiría hablar con ella o con él, que sí notan que algo extraño pasa.
Pero quiero hablar con él, quiero hablar con él y quiero preguntar mil cosas y quiero dejar de tener las mismas dudas tontas en la cabeza.
Ah, y aviso, llevo casi un mes pensando qué puedo regalarle de navidad. ¿Ideas? Porque yo no tengo ninguna, cosa que comprueba lo que ya sé. Le conozco tan poco, pero tan poco, que eso explica muchas de mis preguntas.
Pero si es cierto, si me pasa algo.
Me pasan una y mil cosas que no sé cómo interpretar o a qué atribuir.
Vivo en un constante estado que linda con las lágrimas que en cualquier momento podría derramar sin causa alguna, sin razón alguna, simple y llanamente porque no puedo contenerlas más.
Estoy en un estado donde solo quiero dormir, descansar y desconectarme de todo. Y quizá lo haga.
Pero lo que más quiero, lo que más pido, es aunque sea una simple llamada telefónica, un par de palabras, algo que me diga que esto que me pasa no pasa solo en este lado de la linea o que las letras que mis manos no pueden evitar escribir no son simplemente vistas y borradas o que los recuerdos que tengo y los sentimientos que me trago y las palabras que lucho por contener no son solo un invento mio sino que tienen una contraparte y una respuesta del otro lado de la linea.
Y no pasa.
Y me siento en el suelo con un pincel en la mano, con un lápiz, con un borrador, con tizas o simplemente con un libro, y vigilo.
Vivo en espera de que ese pequeño aparato cuadrado que me acompaña a todos lados emita algún sonido que anteceda a su voz. A sus palabras.
Me paso el día esperando que algo aparezca, que algo cambie, que algo me permita volver a sentirme un poco más como yo. Pero mientras más pasa el tiempo más me pierdo, más dejo de sentirme como yo misma y más empiezo a verme desde algún ángulo externo.
Y ella no lo entiende. Ella no entiende que lo que hago lo hago por ella, por verla complacida y feliz.
No entiende que yo no quiero reconocimientos ni que una sala llena de extraños me escuche hablar de forma estúpida mientras hago un intento de una felicitación que no siento realmente. Porque todo lo que yo quería era ir a una ventanilla y recibir un cartón, cosa que no es mucho pedir, y marcharme. Y pasar un día conmigo misma, con mis pensamientos, con mis ideas, con mis manos y con mis absurdas locuras de las que, ahora empiezo a pensar, jamás lograré ella este orgullosa. Pero sigo intentando, y vivo intentándolo y no me rindo hasta que duele tanto que las lágrimas son un estado constante y cercano.
Estamos al borde. Literalmente hablando, creo.
Estamos lindando a la orilla del abismo donde posiblemente pueda acabar perdiendo algo importante de mi. Si es que no lo perdí ya, envuelto en lo que lancé a la basura uno de esos días de ira, o disuelto en las muchas lágrimas que se me escapan cuando ya no puedo soportarlo más.
Y no puedo soportar pedir, porque vivo intentando ser independiente y valerme por mi misma. Porque empiezo a odiar la idea de depender de ella y de que tenga que escuchar sus quejas y reclamos cada vez que necesito algo. O, lo que es peor, escuchar como se queja al darme algo que no pedí, que no deseo, que no me interesa.
Y vamos así, vamos en esas.
Y tengo que presentarme ante un grupo de gente que para mi no significa mucho, posiblemente sin alguien para darme animo y apoyarme a mi lado, y pretender ser feliz y estar animada.
Si no fuera porque ya empiezo a acostumbrarme a la rutina, me costaría mucho más no gritar, pero aun así me cuesta,
Lo que más odio, no es quizá sus quejas, ni los reclamos, ni el sentir que me observo desde la distancia, ni sentir que estoy perdiéndome a mi misma. Lo que más odio es ese constante estado a la defensiva que me recubre apenas cruzo el umbral de la puerta. No puedo evitarlo, no me siento segura aquí adentro, como si en cualquier momento alguien pudiera saltar con un cuchillo y apuñalarme al corazón. Cosa no tan difícil si tenemos en cuenta que sus palabras me hacen más daño que cualquier otra cosa en el mundo. Entonces soy una bruja amargada y grosera que se la vive respondiendo mal y con sarcasmos e ironías. Todo porque no podría soportar que venga a reírse en la cara por mi yo real. Tanto que incluso tengo que ocultar que estoy pintando, porque, claro, aun no me recupero de la ultima vez que le mostré mi trabajo y ella solo hizo una broma mientras clavaba el dedo en la herida.
Así que decido no mostrar nada, no decir más.
Que esto de vivir a punto de llorar, o gritar, o asesinar a alguien no es tan genial como suena.
Pero mejor me voy a jugar con pinturas o con lápices, que no hay mucho que pueda hacer para sentirme normal de nuevo.
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