Ni ella ni yo pensamos disculparnos por nuestras palabras. No se disculpa el sol aunque queme ni la luna aunque en ocasiones aterre. Yo amo, todo aquello que pueda ser amable, y como me rehúso a esconderme, he aquí mi escape.

27 jul 2011

Calles

La calle se veía fría y oscura, sin huellas de actividad humana deambulando en el helado exterior. Había una gran cantidad de casas y edificios luminosos en la zona, todos fantasmas de un momento anterior pues sus luces se hallaban ahora apagadas, y las ventanas, que en tiempos remotos habían reflejado los trajines de los caminantes, habían sido tapiadas y selladas, bien fuera para impedir la entrada de las ratas o su salida.
Las farolas titilantes que colgaban en la cima de los postes ofrecían una tenue luz que pocas oportunidades tenia de combatir las sombras. Aun así, todo eso era suficiente. Aquello bastaba. El centro de aquella calle había muerto y, con él, lo que giraba a su alrededor.
Si un transeúnte se hubiera atrevido a caminar por aquella calle, sin dejarse intimidar por la soledad de los edificios o la timidez de las lamparas;  si lograba llegar al final de la calle, entonces, vería la colina, la mansión que una vez fuera el centro de esa calle y de ese barrio que ahora era un tugurio de la ciudad.
Y si el transeúnte hubiera estado atento a aquello que lo rodeaba, si realmente pusiera atención, entonces vería la misteriosa sombra que se deslizaba por el otro lado de la calle; siempre unida a los edificios, alejada de la escaza luz que brindaban aquellas antorchas de papel que habían llamado farolas.
Es posible que observara cómo la sombra llegaba y abría la verja que conducía a la colina. Cómo se deslizaba a través del camino de la entrada y cruzaba por los arboles hasta llegar a la entrada de la mansión. Quizás, si nuestro caminante fuera una persona curiosa, vería que la sombra abría la puerta principal sin que esta opusiera la menor resistencia y se introducía en ese sagrado templo.
Eso, claro suponiendo que nuestro transeúnte fuera alguien atento y curioso. Pero nos referimos a una persona normal y las personas normales no observan a las sombras en la calle. Por supuesto, las sombras normales no entran a mansiones por la puerta principal, ni mucho menos se mueven por la calle con el sigilo de un gato negro o un tigre.

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