No le gustaba. No le gustaba en lo más mínimo, nunca había vuelto a estar en un lugar así pero seguía sin gustarle. Reprimió un escalofrío.
Las paredes se alzaban en medio de las demás edificaciones como si quisieran demostrar su fuerza y poderío. Era justo como lo recordaba, la puerta estaba en un enorme arco con molduras de yeso en diversas formas y las ventanas que daban a la calle, las cuales estaban cerradas en ese momento, tenían barrotes de hierro que las hacían parecer parte de una prisión. La inmaculada pintura blanca de la fachada le confirmaba que la casa estaba habitada, sin embargo, el silencio sepulcral que reinaba en el interior parecía querer desmentir eso. Desde el exterior se podía observar el balcón de la segunda planta, había flores y pequeñas macetas colocadas sobre el barandal, y esbozó una sonrisa, seguía igual.
La aldaba de la puerta aun tenía esa perturbadora forma de león furioso y tuvo que obligarse a levantarla, sus manos y todo su ser se rehusaba a continuar.
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